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«Ven, muerte, tan
escondida…»
Con muy poca visión de futuro, la ONU declaró, allá por
enero de 2019, que en el año 2020 se
conmemoraría la Sanidad Vegetal. Nada menos.
Si con ello Naciones Unidas pretendía invocar
un año tranquilo, falló estrepitosamente. Por
aquellas fechas, ni se imaginaba que, unos
diez meses más tarde, «algo» nada vegetal y
con espíritu muy viajero se manifestaría en
Wuhan y alcanzaría, en muy breve plazo, hasta
la última esquina del planeta. Pero la ONU no
lo sabía. También pudo haber hecho una apuesta
más segura y, aunque le tocaba declarar la
conmemoración de 2020 en enero de 2019 (o sea,
todavía con el sabor de boca del turrón, los
mazapanes o lo que sea que coman en Nueva York
para celebrar la Navidad), podría haberse
fijado en un asunto más antiguo que la propia
ONU y desgraciadamente casi tan antiguo como
las enfermedades vegetales. Cuando menos, tan
antiguo como el ser humano. La violencia de
género.
A lo largo de 2019, unas 50.000 mujeres de todo el mundo
fueron asesinadas por sus parejas u otros
miembros familiares. Un dato que asusta, pero
que, considerando que vivimos 7.700 millones
de personas en el planeta, también destapa la
dificultad de contabilizar acontecimientos
que, si ya suelen ocultarse en los países
desarrollados, tanto más en aquéllos donde la
ausencia de prosperidad económica favorece más
ese tipo de ocultamientos. Si 2020 se hubiera
dedicado a esa lacra, a la covid-19 le habría
costado un poco más desplazar hacia sí misma
tanta atención como ha acaparado. Y eso,
teniendo incluso en cuenta que es rotundamente
retorcido que la violencia de género mate más
que el famoso virus. Aún no tenemos cifras
consolidadas sobre este asunto, aunque con las
que hay, ya tenemos de sobra para reprobar
ciertas meteduras de pata. Pero eso no quita
para que una somera mirada comparativa a los
datos que van llegando de todos los países
(también de España) nos permitan vaticinar una
cierta escalada de la violencia de género, en
lo que llevamos de 2020.
Son números para la tristeza. Pero lo peor es que se trata
de cifras que hunden sus raíces en estratos
sociales demasiado profundos. Hay una imagen
popularizada, en la que se compara la
violencia de género (toda la violencia de
género, no sólo los asesinatos) con un
iceberg. Lo que sobresale por la superficie,
por grande que pueda parecer, es apenas una
séptima parte de lo que está sumergido. Un
mínimo de 50.000 mujeres asesinadas por el
mero hecho de ser mujeres puede ser sólo una
pequeña muestra de una compleja realidad.
En lo más profundo del iceberg de la discriminación por
género, está la violencia más pequeña: el
diminuto micromachismo al que no damos
importancia. Y éste es nuestro error. Porque
despreciar lo que sustenta todo el peso del
gigantesco iceberg de la desigualdad es
despreciar la naturaleza ruin del ser humano:
un factor nada «despreciable». Y descuidos
como ése, matan.
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Dicen los
periódicos...
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…que
vivimos
como en Europa, pero salvamos la
tradición, puesto que nuestro
empecinamiento en fundamentar una campaña
publicitaria en el machismo más
carpetovetónico es, todavía hoy, un
componente social que cotiza al alza. Hace unos pocos
meses, la organización Facua, dedicada a la
protección contra los abusos en materia de
consumo, se afanaba en su anual empeño por
encontrar el anuncio publicitario más machista
del año en nuestro país. Todo el mundo
esperaba lo habitual de cada año, en la medida
en que somos una sociedad de costumbres
bastante arraigadas y tercas. Que si El Corte
Inglés, que si la Junta de Andalucía; a ambos
les señaló como culpables de mensajes más o
menos machistas: un poco la «mugre bien
vestida» de todos los años. Pero las comillas
interesan y no poco. Porque lo peor es que
nuestra nación aún mantiene raíces
subculturales tan profundas, que rozan las
bolsas de petróleo. Y así, Facua detectó cómo
el bar «Juanita
Kalamidad», de Valladolid, editó, para
propio autobombo, un vídeo con imágenes de
jóvenes extranjeras en actitud de celebración
exagerada, excesiva e inmoderada, con destino
a la promoción de su local, cara a la fiesta
semanal específicamente dirigida a estudiantes
de otros países que, vía Erasmus, se
matriculan en las facultades universitarias de
la capital castellanoleonesa. Si ya las
imágenes imponían, el eslogan parecía salido
del fondo de armario mental de un cavernícola,
pues rezaba tal cual sigue: «Fuck
me (tres logos del bar) I´m erasmus». Por
si en este país no habíamos tenido suficiente
con la
Manada, aquí tenemos a ciertos
portentos haciendo apología de lo monstruoso e
intentando despertar a Alexander DeLarge, el
personaje central y narrador de «La
naranja
mecánica» (aquella peliculita), quien
mimaba a sus esbirros «drugos» como si
tuvieran la categoría de seres humanos, cuando
sólo eran zumo concentrado de violencia. Alex
y sus «drugos» habrían ido a ese bar cada
semana, sin pensárselo dos veces, para hacer
aquello para lo que únicamente estaban
capacitados. Conste, y hay que dejarlo claro,
que lo de este local de Valladolid no es
único, ni mucho menos: Facua lo encontró,
después de constatar que un gran número de
locales de copas de toda España apostaban por
el mismo eslogan. Ahora bien, ya lo de hacer
un vídeo es osadía específicamente ‘kalamitosa’.
La esperanza es que, como tantas cosas,
todo esto también se lo haya llevado por
delante el virus.
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Y es que tendría que
ser algo tan fuerte y tenaz como el famoso
virus lo que acabase con ciertas
situaciones, porque, profundizando un poco,
hemos descubierto que este tipo de «cualidades»
forman parte de la casta del galgo. Vamos, que este tema ya
es viejo. De hecho, el referente más próximo
que hemos encontrado nos rebobina hasta
finales de 2017. Corrían aquellos saludables
días, cuando la prensa dio cuenta de una tesis
doctoral, presentada en la Universidad del
País Vasco y apoyada sobre una encuesta, según
la que apenas un 34 por ciento de jóvenes
entre 14 y 16 años de edad fueron capaces de
detectar el machismo en la publicidad. Pablo
Vidal, a la sazón profesor asociado de esta
universidad y autor de la tesis, se llevaba
las manos a la cabeza (es un decir), tras
constatar que nuestra sociedad es bastante más
igualitaria de lo que, por desinformación,
creen las y los muy jóvenes que se agazapan y
camuflan en ella y que saldrán a
por ella, en cuanto puedan: en seguida,
va el porqué. El desapego de este sector de la
población con la realidad (piensan, sin ir más
lejos, que la mayor parte de las mujeres
vascas son exclusivamente amas de casa, cuando
sólo lo son el 16 por ciento) está, a juicio
de Vidal, estrechamente vinculado con la
fuerza de los mensajes publicitarios. Es
decir, que los anuncios con que nos bombardean
por todos los medios de comunicación deben ser
tan extraordinariamente efectivos, que
levantan una realidad alternativa en la mente
de estos especímenes y la encierran en una
fortaleza inexpugnable. Y, en consecuencia,
esta primera
juventud se cree a pies juntillas esa
realidad bastarda. Sólo un 34 por ciento de la
gente menuda encuestada fue capaz de reconocer
y rechazar diversas formas de sexismo. O sea,
que el 66 por ciento fueron incapaces. Pero el
asunto empeora, cuando cruzamos el dato del
género. Porque de ese 34 por ciento capaz de
ver el sexismo oculto, el 65 por ciento eran
mujeres, bastante más de la mitad, lo cual
dibuja con un perfil monstruoso al joven
masculino de entre 14 y 16 años de edad.
¿Fuerte, verdad? En su tesis, Vidal habla del
arraigo de «creencias arcaicas y
estereotipadas». ¡En chicos y chicas de 14 a
16 años! Pero es más: es bastante y
preocupantemente más. Porque para el 33 por
ciento de chicas y chicos encuestados, el
sexismo de los anuncios (una vez desvelado) no
significaba ningún problema. E incluso un 10
por ciento se manifestó a favor de la
violencia contra las mujeres y en contra de la
igualdad. Treinta y tres por ciento más diez
por ciento, igual a 43 por ciento. Pero
creemos que achacar la culpa de todo esto a la
publicidad, no sólo es estúpido, sino
intelectualmente insuficiente. Este grave
problema social está estrechamente vinculado
al modelo de enseñanza vigente y al desprecio
del esfuerzo, por supuestamente revisionista.
Cuando no se valora la inteligencia y
que para conseguirla se necesita un trabajo
constante; y que la desazón bien entendida que
genera convivir con ese esfuerzo termina
transformándose en responsabilidad, se crían
cuervos y se alimentan monstruos. El espíritu
crítico (es decir, la capacidad para buscar lo
que se oculta por debajo del mensaje que se
expone) ha desaparecido y más que va a
desaparecer con las últimas ocurrencias en
materia educativa. Y el resultado es lo
contrario de lo que se buscaba. ¿Lo
contrario
de lo que se buscaba…? Bueno, ahí lo
dejamos y que cada cual piense lo que quiera
(o pueda).
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Para expulsar el
pesimismo fuera de la pantalla de tu
ordenador y evitar que su exceso te presente
la imagen de que vivimos en una distopía sin
futuro, es importante reconocer que la
batalla no está perdida y que tampoco hemos
rendido todos nuestros estandartes a los
pies del enemigo. No. Hay quien reacciona y le
hace frente, allí donde más le duele, que es
en la escuela. «Cuéntame
cómo dedicarme a la ciencia» es, en
primer lugar, una reacción antidistopías,
capitaneada por el Museo Nacional de Ciencias
Naturales, que aspira a viralizarse por toda
España, con el deseo de extender ese concepto
tan trasnochado y poco ‘cool’ que se llama «amplitud de criterio». En segundo lugar, es un
conjunto de recursos educativos para la
Primaria, que este centro integrado en el CSIC
regala al profesorado y que tienen como
elemento fundamental los audiocuentos. Y en tercer lugar, es una
reivindicación de las mujeres científicas y un
incentivo para prestigiar la ciencia entre el
alumnado de menos edad, con un muy especial
interés en las niñas. De hecho, cada uno de
los audiocuentos ilustra la vida y las
peripecias de una mujer científica, mostrando
todos los caminos que le ha tocado recorrer,
hasta alcanzar su objetivo y explicando por
qué son caminos generalmente más largos y
tortuosos que los de sus compañeros varones. A
partir de estas narraciones, diseñadas
especialmente para el primer ciclo de
educación primaria, se buscan enlaces con los
propios contenidos del curricular de
enseñanza. Y, además, se transmite el mensaje
de que, cuando el camino es difícil, es doble
el mérito de quien lo recorre. Que, a lo largo
de la Historia, mujeres como Ada Lovelace,
Lynn Margulis, Annie Machordom, Trótula de
Salerno y Valentina Tereshkova fueron muy
capaces de superar los problemas que la
discriminación diseminaba por su camino, no
porque gozasen de superpoderes, sino por saber
aplicar la constancia a la razón y no
decaer en el empeño, aun cuando aflojan las
fuerzas. Algo que aprendieron, cuando eran tan
pequeñitas como el alumnado de primaria al que se dirigen, niñas y
niños que ya comienzan a ver mujeres, donde
antes sólo veían hombres.
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 Puede que lo que no les
enseñe el proyecto es que, en cualquier
caso, si los hombres científicos
están generalmente poco y mal pagados, las
mujeres lo están mucho peor. Científicas y
no científicas. No
hace falta curiosear en un laboratorio. En
RTVE, sin ir más lejos, las mujeres cobran un
16,5 por ciento menos que los hombres. ¿Por el
mismo empleo y con la misma antigüedad? No,
eso sería ilegal. Y
además, medirlo así es caer en la trampa. El
asunto es el siguiente: si comparamos por
categorías profesionales, el resultado es que,
en cada una de ellas, los salarios de las
mujeres sumados son, como media, un 16,5 por
ciento inferiores a la suma de los salarios de
los hombres. Nunca debemos caer en la trampa
de comparar uno por uno, porque siempre serán
los mismos sueldos. Y más, en una corporación
pública. Pero cuando se realiza un análisis
grupal y por géneros, dentro de cada categoría
salarial, es cuando surgen todas las
explicaciones. Por de pronto, que hay mayor
número de hombres contratados que de mujeres;
y por esa razón, éstas cobran un 16,5 por
ciento menos. Eso, por de pronto; si nos
metemos en números, salen todavía más cosas.
El salario medio general de los hombres en
RTVE es de 52.852 euros. El de las mujeres se
queda en 49.614. Pensar que, por el hecho de
ser público, es más limpio es demasiado
pensar.
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María Asunción Gallo, Presidenta de la Asociación
Profesional de Orientadoras/es Sociolaborales
(AOSLA-Gizalan)
“El machismo es peligroso cuando se
oculta”
La vida personal y familiar aumenta su importancia,
siempre que una mujer se enfrenta a una entrevista de
selección.
El estudio sobre los
micromachismos en la búsqueda de empleo, realizado por
AOSLA-Gizalan, en 2019, sirvió para confirmar que el
machismo se disfraza de lo que no es, cada vez que una
mujer busca un empleo. Algo que ya esperaba la
asociación. La sorpresa, sin embargo, se manifiesta
por la capacidad de las actitudes machistas para
ocultarse. Ocultarse, hasta el punto de hacerse
realmente invisible. Y, por lo tanto, más eficaz.
Sorprende que, en una sociedad con tanta circulación
de información, haya fenómenos que directamente no se
vean. Para María Asunción Gallo, lo peor de los
micromachismos es que «no son tan conocidos como
parece».
¿El
Micromachismo es el arma más poderosa de la
desigualdad?
Podría.
Aunque
es más correcto referirse a micromachismos, en plural,
porque no son un fenómeno con denominación de origen,
como los vinos o las aceitunas, sino un montón de
actitudes, comportamientos y actos, que traducen
formas de pensar.
¿Tantos
estudios sobre Micromachismo han terminado
haciéndolo visible?
¡No son tantos! Pero sí que da la
sensación, últimamente, de que los micromachismos han
pasado, de ser algo oculto, a algo que todo el mundo
conoce y sobre lo que todo el mundo tiene una opinión.
No creo que haya muchos estudios sobre el asunto. Al
menos, no creo que su número sea realmente
significativo. Y, en cualquier caso, todavía queda
mucho por conocer de los micromachismos y sus
perniciosos efectos. En el estudio que llevamos a
cabo, el año pasado, sobre los micromachismos en la
búsqueda de empleo, pudimos comprobar que no son tan
conocidos como parece. Y que tienen una gran capacidad
para ocultarse incluso de las miradas más inquisitivas
y atentas.
¿El hecho de que se hable mucho sobre los micromachismos es un remedio contra los
micromachismos?
El remedio contra los micromachismos es
que se conozca su existencia. Y se entiendan sus
efectos. Eso es algo que es más fácil de conseguir, si
se habla mucho de ello. Si se hacen memes, si se abren
páginas web sobre el tema. Si se dan charlas en los
colegios. Hasta si se establece un día internacional. Lo relevante es, insisto, que se conozca, que se
sepa identificar. Lo malo de cualquier manifestación
del machismo no es su existencia únicamente, sino su
ocultamiento.
Hijos,
hijas, embarazos, menstruación
¿Cuáles son las manifestaciones de
«machismo de baja intensidad» más habituales a las
que tiene que enfrentarse una mujer durante su
búsqueda de empleo?
Según nuestro estudio, los
comportamientos que más se identifican son, en primer lugar, «la
exigencia de un determinado aspecto físico a las
mujeres en las ofertas de trabajo». En segundo lugar,
«que se hacen preguntas diferentes, en las entrevistas
de selección, en función de que la persona candidata
sea hombre o mujer», y, en tercer lugar, «que a las
mujeres se les pregunta por temas personales y
familiares, como sobre hijos e hijas, embarazos,
menstruación... en las entrevistas de selección».
¿El machismo crece con el paro?
Y
al revés, el paro crece con el machismo. Se alimentan,
como pasa con cualquier efecto negativo: cuanto peor,
peor.
¿El
machismo disminuye con la edad y el micromachismo
aumenta con la edad?
Sí que, a medida en que nos
hacemos mayores, vamos teniendo más
conocimiento y eso puede actuar en contra de los
machismos. Pero también se da la reacción contraria,
la de quien, con la edad, reafirma sus convicciones de
siempre. La resistencia al cambio es mayor con la
edad. Por eso, la esperanza está en la Educación, en
las etapas más jóvenes, cuando aprendemos.
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Sí,
muy curioso, que los micromachismos hayan pasado
de ser difícilmente detectables a aparecer hasta
en la sopa. Y es que todo hay que decirlo. Pero
todo. Y lo peor es comprobar cómo determinadas acciones producto
de la escasez de inteligencia ponen en marcha
mecanismos poco deseados y, más que micromachistas,
machistas de tamaño normal. Nos explicamos. Vanessa
Romero es concejala del Ayuntamiento de Alicante. El
pasado 31 de julio, cuando más apretaba el sol,
participaba en el pleno municipal de dicha
corporación. Al parecer, ya fuese porque la
instalación del aire acondicionado del salón de
plenos de la ciudad de Alicante estuviese averiada o
ya fuese por estar directamente mal diseñada, la
zona que ocupaba la señora Romero se había quedado
más fría de lo que se hacía soportable. A veces,
pasan esas cosas con el aire acondicionado. Vanessa
Romero podía haber optado por pedir la palabra e
indicar lo incómodo de su situación, solicitando una
solución. Lo normal, vamos. Pero no fue así.
Ciertamente, levantó la mano para hacer uso de la
palabra. Lo ridículo es cómo hizo esto
último. Dijo Romero, muy perspicaz: «No
sé por allí, pero aquí también estamos congeladas
de frío. Se llama micromachismo esto». El
caso es que el tema que se trataba en el pleno era,
precisamente, el Plan de Igualdad del ayuntamiento,
lo que pudo haber actuado como agente de abducción
y, tras haber absorbido el problema del frío, lo
habría traducido a los términos del asunto del día:
esto es un tema de igualdad; si algo molesta, va
contra la igualdad; si no incluye acciones graves
con dolo, será, por lo tanto, un micromachismo.
Semejante periplo intelectual no pudo ser
comprendido por el grueso de las personas presentes,
con resultado de risas. Muchas. Pero Romero se
empecinó y solicitó que quien tuviera dudas lo
buscase en Internet. Peor. Más risas. Lógicamente,
de tanto darle vueltas al micromachismo del aire
acondicionado, el alcalde terció con: «apagamos el
aire y sudamos en igualdad. Qué forma tan
inclusiva de compartir fluidos». Lo que pasó después nos forzaría
entrar en el submundo de las redes sociales, lugares
francamente tan deplorables, que no merecen ser
mencionados aquí y en este caso. Hay quien ha hecho
análisis profundos sobre las verdaderas intenciones
ocultas de la edila alicantina. Pero lo peor es que
no hay intenciones ocultas. Hay gente que, una vez
electa, vive en una continua exaltación de sí misma.
Lo peor es que esta mujer habló con el corazón,
ingenuamente convencida de que la razón le asistía,
cuando debería haber hablado con la razón, por mucho
corazón que le quisiera poner. Para el futuro,
conviene que se entere de qué son los
micromachismos, los de verdad, y cuáles son su
origen y su alcance. Se arregla con un libro y se
evita entrar en la fama por la puerta de atrás.
Puede que pienses que el
comentario anterior no tiene nada de «curioso»,
en la medida en que está protagonizado por
una persona que se dedica a la política, algo
intelectualmente muy devaluado en los tiempos que
corren, como sucede con los doctorados. Y es que
parece que, a pesar de repetirnos y repetirnos,
estamos publicando siempre las mismas cosas. Es
decir, que pasan los años y avanzamos bastante poco.
Lo mismo ocurre con el techo de cristal, por ejemplo. Desde antes de que existiese
IGUALaIGUAL, el tema del techo de cristal era una
preocupación mundial. Han pasado 17 años y
continuamos con el monotema. Es cierto que
últimamente proliferan noticias provenientes del
mundo económico protagonizadas por mujeres. Son
noticia, porque son inusuales. Una aquí, otra allá,
estas mujeres van rompiendo techos. Pero es
curioso que, pese a todo, los programas,
proyectos, planes o como les quieras llamar que
tienen como objetivo hacer frente a un obstáculo
para el progreso de estas características continúen,
se sigan elaborando y poniendo en marcha. Y,
diecisiete años después, prácticamente con el mismo
resultado. ¡Fíjate que habrá cosas en el mundo que
no han podido resistir a la apisonadora del tiempo,
pero esto de poner barreras invisibles por
arriba permanece incólume! Dicho con sarcasmo,
goza de una salud excelente. Según datos de Eva
Vila-Massanas, profesora en TBS Business School, las
mujeres sólo alcanzan un 6 por ciento de
representación en los consejos de las
«corporaciones» españolas. De las «grandes
corporaciones», queremos decir, porque este asunto
del techo de cristal no afecta a las ferreterías,
dicho sea con todos los respetos; como tampoco
afecta a los hospitales o a los clubes deportivos.
Lo del techo de cristal es un tema de alto standing, de esos lugares en los que se cuecen las grandes
operaciones económicas y financieras o, si se
prefiere, donde se crean muchos puestos de trabajo.
(Y sí, se prefiere). Vila-Massanas también se
extraña de cómo es posible que, después de que las
mujeres altamente preparadas hayan crecido en número
y en preparación, en los últimos veinte años, su
presencia en los órganos de gobierno de las grandes
empresas siga siendo ridícula. Antes, se argumentaba
que no había suficientes mujeres suficientemente
preparadas. Pero es que, ahora, eso ha dejado de ser
así. Por el contrario, sigue la tendencia al alza
(que ya comenzó entonces y antes de entonces) de
mujeres con preparación bastante superior a la de
buena parte de los hombres coetáneos que campan por
los mismos sectores económicos. Quizá, haya que
acudir al análisis más simple para explicarlo. Y es
que quienes argumentaban eso en el pasado siguen
estando donde estaban y siguen siendo los mismos
hombres que antes, sin que el tiempo haya pasado por
ellos. Eva Vila-Massanas asegura que «una junta con
diversidad tiene más probabilidades de obtener
mejores resultados». Es un argumento bueno, además
de suficientemente probado. Pero da igual, porque
vamos gota a gota, llenando un vaso mucho más grande
que el resto.
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"El hervidero
neuronal de la Pura"
Consultorio que lo es
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Querida
Pura:
Cada día se vuelve una más loca con esto
que decís las feministas. Que si nos
empoderemos todas, que si debemos llevar
la iniciativa en todo. Y luego, resulta
que, al final, todo es lo mismo de
antes. Que lo digo por esto de
Valladolid, que ya sabes, que es que la
policía municipal y la Policía Nacional
se tienen que poner de acuerdo para
proteger a las mujeres amenazadas. Que,
oye, que yo no lo digo por eso. Que todo
el respeto, ¿no? Que la primera
solidaria soy yo. Pero que, claro, que
dile tú a estas mujeres que se
empoderen, que lo haces mucho, Pura,
eres mucho de hablar y hablar. Y si, al
final, no viene la policía, con unos
buenos cimarras, para protegernos, pues
ya te puedes dar por… eso, ¡ya sabes!
Panecia Yoymisa Migas.
Azadón de
los Terrones
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Pane: La próxima vez que vuelvas
a «no enterarte» de las cosas, ni se te pase por
la cabeza escribirme mensajitos. Y la próxima
vez que me quieras colar un insulto a lo tonto,
no te pienses que tengo la mano lenta. ¡No,
señorita, no! Oyes campanas y no sabes ni que
son campanas, ni mucho menos de dónde vienen. Me
hablas de dos asuntos y en los dos metes la
patita hasta el zancarrón. Lo primero: ¿qué
policías de Valladolid son esas? Esto no ha sido
en Valladolid capital, sino en Medina del Campo.
Y sí, resulta que la Policía Local de este
pueblo ha acordado con la Policía Nacional la
mejor forma de proteger a las mujeres amenazadas
todo lo mejor que puedan, juntas. Y que, para
ello, la Policía Nacional facilitará a la
guardia urbana que puedan entrar en el sistema
informático que sirve para controlar a las
víctimas de la violencia. ¿Y para qué? Pues para
que una policía apoye a la otra y, entre las
dos, consigan tener a raya a acosadores,
violentos y asesinos. ¡Pero lo que más me duele
de que tengas esa boquita tan suelta es esa
capacidad que te adorna para cagarla por las
patas de atrás! ¿Y ahora, resulta que te voy a
tener que explicar este asunto del
empoderamiento, Pane? Mira, va a dar igual,
porque contigo es como si dices misa. ¡Pues
claro que sí, que hay que empoderarse!, ¡pues
claro que tenemos que ser nosotras las únicas
propietarias de nuestra vida y no tenemos que
esperar a que nos diga tu
marido qué es lo que tenemos que hacer…!
Porque Manolo te dicta las cartas, que me lo han
dicho tus amigas, que tú no eres la única que
habla. Mira una cosa: para que entiendas lo del
empoderamiento, en primer lugar, tendrías que
dejar de vivir a la sombra de Manolo, tendrías
que dejar de pensar a sus expensas. No vas a
alcanzar a entenderlo, pero te lo voy a
explicar. Que una mujer se empodere, en su vida,
en su círculo personal, dentro de su familia, no
deja de ser una anécdota. Algo que simplemente
está muy bien. ¡Muy bien, bravo! Pero lo que
cuenta es que nos empoderemos cuantas más a la
vez, mejor. Porque, así, nos empoderamos con
conciencia, llámala de género o de ‘génera’, pero conciencia. Si todas las mujeres amenazadas de un
municipio saben que tienen a las diferentes
policías coordinadas para hacer mejor su
trabajo, se sienten más fuertes. ¿Te enteras? Y
eso, María Panecia, es avanzar el doble. Y
empoderarse. ¡Pero qué te estoy diciendo, si a
ti todo esto te entra por un oído…!
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Querida
Pura: A ver que yo me entere o que me
enteres tú, que sabes mucho de estas
cosas. Que me dijo el otro día mi
sobrina que en España las mujeres
trabajadoras están todos los años 51
días sin cobrar… ¡Pero trabajando! Eso
no lo he oído yo nunca, hija. ¿Cómo es
eso de que 51 días sin cobrar y de
dónde ha salido? Que es que a mí hay
cosas que no terminan de entrarme,
Pura, hija.
Despis Tadapa
Losrrestos. Valdenoveas
de Santurrones
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Despis: Bueno, es raro, pero es.
Lo que pasa es que son números y que para esto
pues hay que estar entrenada. A mí, por de
pronto, me lo ha tenido que explicar mi nieta
que está en la ESO y que, si hay que estudiar,
estudia. Y esto es así y además son datos de
Europa, del Eurostat: lo mismo para toda Europa,
para poder comparar. Vamos a ver, que no
hablamos de una mujer. Tampoco, de algunas
mujeres. Ni siquiera nos referimos a las mujeres
que trabajan en trabajos que directamente las
explotan, en plan injusticia que me pone de los
nervios. ¡No! Para nada. Es más grave, porque
hablamos de todas las mujeres que trabajan
cobrando un sueldo; con un contrato, vamos. De
todas. Y sumamos todo lo que ganan. Y luego,
cogemos a los hombres… ¡No a todos los hombres,
no! Sólo a los que trabajan con un contrato
laboral, que, por cierto, son la mayoría. Y
sumamos todo lo que ganan. ¿Cuál es el
resultado? Que ellos cobran más que ellas. ¿Y lo
de los 51 días? Pues esto es muy sencillo. Me
dice mi nieta que, si los hombres cobran más,
vamos a considerar que lo que cobran es «lo
bueno» o lo que tendría que ser. Y en ese caso,
cobrando todos lo mismo al mes, las mujeres ya
habrían terminado de cobrar todo lo que iban a
ganar en un año, el 11 de noviembre. Pero,
claro, lo que realmente pasa es que siguen
trabajando. Y por esa razón, los 51 días que
quedan hasta el 31 de diciembre (que los ha
contado mi nieta, yo ya no estoy para ciertas
cosas) es como si no los cobrasen, pero que sí
los trabajan. Son números, Despis. Y contentas,
¿eh? Porque, mira, la diferencia entre el sueldo
de los hombres y el de las mujeres está, en
España, en el 14 por ciento: que ellos cobran el
14 por ciento más. ¡Pero es que, en toda Europa,
es un 15,7 por ciento! Que es todavía más, que
son más días trabajando sin cobrar. ¿Qué cómo se
llega a esto? ¡Pues de muchas maneras, hija! Por
ejemplo, que, en la mayor parte de los casos,
cuando contratan a mujeres, se hace con contrato
temporal, o a tiempo parcial. Y lo que es peor,
como ese tipo de cosas se han ido cociendo
durante muchos años, el caso es que hay cantidad
de empresas que reservan ciertos puestos de
trabajo y ciertas contrataciones (las malas) a
mujeres. Que dice mi nieta que eso se llama
«feminización del puesto de trabajo». Que esa
forma de hacer las contrataciones pues evita que
las mujeres puedan acceder a los puestos donde
se manda, los de la dirección. Que si alguien
tiene que conciliar en una pareja, va a ser la
mujer, porque, claro, como tu trabajo no es tan
importante y, además, se te acaba el contrato
dentro de quince días.
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Curso
Integral de Igualdad de Género. (Edición
9)
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Órgano Convocante:
AOSLA-Gizalan.
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Descripción:DIRIGIDO
A personas con licenciaturas,
diplomaturas o grados en carreras
relacionadas con el área de
intervención social, como
Psicología, Sociología, Pedagogía,
Psicopedagogía, Educación Social,
Trabajo Social y similares, con
interés y motivación hacia la
intervención social. Incluimos en el
colectivo diana al que dirigimos el
curso al profesorado no
universitario, principalmente a
quienes sean responsables de
tutorías y de asignaturas como FOL.
Objetivo
Facilitar a las personas con
titulaciones universitarias con
perfiles para ejercer en materia de
intervención social, competencias
para desempeñar ese trabajo desde
una perspectiva de género
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Fechas: Del
20 de octubre de 2020, al 28 de
enero de 2021.
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Edita: Asociación
Profesional de Orientadoras/es Socio Laborales (AOSLA-Gizalan)
Directora: María Asunción Gallo Montero
Redacción: C&P Comunicación y
Prospección
Directora de Arte: Ruth Álvarez Rocha
IGUALaIGUAL no se hace responsable de las
opiniones vertidas en las colaboraciones.
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