IGUALaIGUAL
 
Número 1. Octubre de 2020.
                          
 
Editorial

«Ven, muerte, tan escondida…»

 

Con muy poca visión de futuro, la ONU declaró, allá por enero de 2019, que en el año 2020 se conmemoraría la Sanidad Vegetal. Nada menos. Si con ello Naciones Unidas pretendía invocar un año tranquilo, falló estrepitosamente. Por aquellas fechas, ni se imaginaba que, unos diez meses más tarde, «algo» nada vegetal y con espíritu muy viajero se manifestaría en Wuhan y alcanzaría, en muy breve plazo, hasta la última esquina del planeta. Pero la ONU no lo sabía. También pudo haber hecho una apuesta más segura y, aunque le tocaba declarar la conmemoración de 2020 en enero de 2019 (o sea, todavía con el sabor de boca del turrón, los mazapanes o lo que sea que coman en Nueva York para celebrar la Navidad), podría haberse fijado en un asunto más antiguo que la propia ONU y desgraciadamente casi tan antiguo como las enfermedades vegetales. Cuando menos, tan antiguo como el ser humano. La violencia de género.

 

A lo largo de 2019, unas 50.000 mujeres de todo el mundo fueron asesinadas por sus parejas u otros miembros familiares. Un dato que asusta, pero que, considerando que vivimos 7.700 millones de personas en el planeta, también destapa la dificultad de contabilizar acontecimientos que, si ya suelen ocultarse en los países desarrollados, tanto más en aquéllos donde la ausencia de prosperidad económica favorece más ese tipo de ocultamientos. Si 2020 se hubiera dedicado a esa lacra, a la covid-19 le habría costado un poco más desplazar hacia sí misma tanta atención como ha acaparado. Y eso, teniendo incluso en cuenta que es rotundamente retorcido que la violencia de género mate más que el famoso virus. Aún no tenemos cifras consolidadas sobre este asunto, aunque con las que hay, ya tenemos de sobra para reprobar ciertas meteduras de pata. Pero eso no quita para que una somera mirada comparativa a los datos que van llegando de todos los países (también de España) nos permitan vaticinar una cierta escalada de la violencia de género, en lo que llevamos de 2020.

 

Son números para la tristeza. Pero lo peor es que se trata de cifras que hunden sus raíces en estratos sociales demasiado profundos. Hay una imagen popularizada, en la que se compara la violencia de género (toda la violencia de género, no sólo los asesinatos) con un iceberg. Lo que sobresale por la superficie, por grande que pueda parecer, es apenas una séptima parte de lo que está sumergido. Un mínimo de 50.000 mujeres asesinadas por el mero hecho de ser mujeres puede ser sólo una pequeña muestra de una compleja realidad.

 

En lo más profundo del iceberg de la discriminación por género, está la violencia más pequeña: el diminuto micromachismo al que no damos importancia. Y éste es nuestro error. Porque despreciar lo que sustenta todo el peso del gigantesco iceberg de la desigualdad es despreciar la naturaleza ruin del ser humano: un factor nada «despreciable». Y descuidos como ése, matan.

 

 
Dicen los periódicos

 

Dicen los periódicos...

…que vivimos como en Europa, pero salvamos la tradición, puesto que nuestro empecinamiento en fundamentar una campaña publicitaria en el machismo más carpetovetónico es, todavía hoy, un componente social que cotiza al alza. Hace unos pocos meses, la organización Facua, dedicada a la protección contra los abusos en materia de consumo, se afanaba en su anual empeño por encontrar el anuncio publicitario más machista del año en nuestro país. Todo el mundo esperaba lo habitual de cada año, en la medida en que somos una sociedad de costumbres bastante arraigadas y tercas. Que si El Corte Inglés, que si la Junta de Andalucía; a ambos les señaló como culpables de mensajes más o menos machistas: un poco la «mugre bien vestida» de todos los años. Pero las comillas interesan y no poco. Porque lo peor es que nuestra nación aún mantiene raíces subculturales tan profundas, que rozan las bolsas de petróleo. Y así, Facua detectó cómo el bar «Juanita Kalamidad», de Valladolid, editó, para propio autobombo, un vídeo con imágenes de jóvenes extranjeras en actitud de celebración exagerada, excesiva e inmoderada, con destino a la promoción de su local, cara a la fiesta semanal específicamente dirigida a estudiantes de otros países que, vía Erasmus, se matriculan en las facultades universitarias de la capital castellanoleonesa. Si ya las imágenes imponían, el eslogan parecía salido del fondo de armario mental de un cavernícola, pues rezaba tal cual sigue: «Fuck me (tres logos del bar) I´m erasmus». Por si en este país no habíamos tenido suficiente con la Manada, aquí tenemos a ciertos portentos haciendo apología de lo monstruoso e intentando despertar a Alexander DeLarge, el personaje central y narrador de «La naranja mecánica» (aquella peliculita), quien mimaba a sus esbirros «drugos» como si tuvieran la categoría de seres humanos, cuando sólo eran zumo concentrado de violencia. Alex y sus «drugos» habrían ido a ese bar cada semana, sin pensárselo dos veces, para hacer aquello para lo que únicamente estaban capacitados. Conste, y hay que dejarlo claro, que lo de este local de Valladolid no es único, ni mucho menos: Facua lo encontró, después de constatar que un gran número de locales de copas de toda España apostaban por el mismo eslogan. Ahora bien, ya lo de hacer un vídeo es osadía específicamente ‘kalamitosa’. La esperanza es que, como tantas cosas, todo esto también se lo haya llevado por delante el virus.


   

Y es que tendría que ser algo tan fuerte y tenaz como el famoso virus lo que acabase con ciertas situaciones, porque, profundizando un poco, hemos descubierto que este tipo de «cualidades» forman parte de la casta del galgo. Vamos, que este tema ya es viejo. De hecho, el referente más próximo que hemos encontrado nos rebobina hasta finales de 2017. Corrían aquellos saludables días, cuando la prensa dio cuenta de una tesis doctoral, presentada en la Universidad del País Vasco y apoyada sobre una encuesta, según la que apenas un 34 por ciento de jóvenes entre 14 y 16 años de edad fueron capaces de detectar el machismo en la publicidad. Pablo Vidal, a la sazón profesor asociado de esta universidad y autor de la tesis, se llevaba las manos a la cabeza (es un decir), tras constatar que nuestra sociedad es bastante más igualitaria de lo que, por desinformación, creen las y los muy jóvenes que se agazapan y camuflan en ella y que saldrán a por ella, en cuanto puedan: en seguida, va el porqué. El desapego de este sector de la población con la realidad (piensan, sin ir más lejos, que la mayor parte de las mujeres vascas son exclusivamente amas de casa, cuando sólo lo son el 16 por ciento) está, a juicio de Vidal, estrechamente vinculado con la fuerza de los mensajes publicitarios. Es decir, que los anuncios con que nos bombardean por todos los medios de comunicación deben ser tan extraordinariamente efectivos, que levantan una realidad alternativa en la mente de estos especímenes y la encierran en una fortaleza inexpugnable. Y, en consecuencia, esta primera juventud se cree a pies juntillas esa realidad bastarda. Sólo un 34 por ciento de la gente menuda encuestada fue capaz de reconocer y rechazar diversas formas de sexismo. O sea, que el 66 por ciento fueron incapaces. Pero el asunto empeora, cuando cruzamos el dato del género. Porque de ese 34 por ciento capaz de ver el sexismo oculto, el 65 por ciento eran mujeres, bastante más de la mitad, lo cual dibuja con un perfil monstruoso al joven masculino de entre 14 y 16 años de edad. ¿Fuerte, verdad? En su tesis, Vidal habla del arraigo de «creencias arcaicas y estereotipadas». ¡En chicos y chicas de 14 a 16 años! Pero es más: es bastante y preocupantemente más. Porque para el 33 por ciento de chicas y chicos encuestados, el sexismo de los anuncios (una vez desvelado) no significaba ningún problema. E incluso un 10 por ciento se manifestó a favor de la violencia contra las mujeres y en contra de la igualdad. Treinta y tres por ciento más diez por ciento, igual a 43 por ciento. Pero creemos que achacar la culpa de todo esto a la publicidad, no sólo es estúpido, sino intelectualmente insuficiente. Este grave problema social está estrechamente vinculado al modelo de enseñanza vigente y al desprecio del esfuerzo, por supuestamente revisionista. Cuando no se valora la inteligencia y que para conseguirla se necesita un trabajo constante; y que la desazón bien entendida que genera convivir con ese esfuerzo termina transformándose en responsabilidad, se crían cuervos y se alimentan monstruos. El espíritu crítico (es decir, la capacidad para buscar lo que se oculta por debajo del mensaje que se expone) ha desaparecido y más que va a desaparecer con las últimas ocurrencias en materia educativa. Y el resultado es lo contrario de lo que se buscaba. ¿Lo contrario de lo que se buscaba…? Bueno, ahí lo dejamos y que cada cual piense lo que quiera (o pueda).

 

   

Para expulsar el pesimismo fuera de la pantalla de tu ordenador y evitar que su exceso te presente la imagen de que vivimos en una distopía sin futuro, es importante reconocer que la batalla no está perdida y que tampoco hemos rendido todos nuestros estandartes a los pies del enemigo. No. Hay quien reacciona y le hace frente, allí donde más le duele, que es en la escuela. «Cuéntame cómo dedicarme a la ciencia» es, en primer lugar, una reacción antidistopías, capitaneada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales, que aspira a viralizarse por toda España, con el deseo de extender ese concepto tan trasnochado y poco ‘cool’ que se llama «amplitud de criterio». En segundo lugar, es un conjunto de recursos educativos para la Primaria, que este centro integrado en el CSIC regala al profesorado y que tienen como elemento fundamental los audiocuentos. Y en tercer lugar, es una reivindicación de las mujeres científicas y un incentivo para prestigiar la ciencia entre el alumnado de menos edad, con un muy especial interés en las niñas. De hecho, cada uno de los audiocuentos ilustra la vida y las peripecias de una mujer científica, mostrando todos los caminos que le ha tocado recorrer, hasta alcanzar su objetivo y explicando por qué son caminos generalmente más largos y tortuosos que los de sus compañeros varones. A partir de estas narraciones, diseñadas especialmente para el primer ciclo de educación primaria, se buscan enlaces con los propios contenidos del curricular de enseñanza. Y, además, se transmite el mensaje de que, cuando el camino es difícil, es doble el mérito de quien lo recorre. Que, a lo largo de la Historia, mujeres como Ada Lovelace, Lynn Margulis, Annie Machordom, Trótula de Salerno y Valentina Tereshkova fueron muy capaces de superar los problemas que la discriminación diseminaba por su camino, no porque gozasen de superpoderes, sino por saber aplicar la constancia a la razón y no decaer en el empeño, aun cuando aflojan las fuerzas. Algo que aprendieron, cuando eran tan pequeñitas como el alumnado de primaria al que se dirigen, niñas y niños que ya comienzan a ver mujeres, donde antes sólo veían hombres.

 


 


Puede que lo que no les enseñe el proyecto es que, en cualquier caso, si los hombres científicos están generalmente poco y mal pagados, las mujeres lo están mucho peor. Científicas y no científicas. No hace falta curiosear en un laboratorio. En RTVE, sin ir más lejos, las mujeres cobran un 16,5 por ciento menos que los hombres. ¿Por el mismo empleo y con la misma antigüedad? No, eso sería ilegal. Y además, medirlo así es caer en la trampa. El asunto es el siguiente: si comparamos por categorías profesionales, el resultado es que, en cada una de ellas, los salarios de las mujeres sumados son, como media, un 16,5 por ciento inferiores a la suma de los salarios de los hombres. Nunca debemos caer en la trampa de comparar uno por uno, porque siempre serán los mismos sueldos. Y más, en una corporación pública. Pero cuando se realiza un análisis grupal y por géneros, dentro de cada categoría salarial, es cuando surgen todas las explicaciones. Por de pronto, que hay mayor número de hombres contratados que de mujeres; y por esa razón, éstas cobran un 16,5 por ciento menos. Eso, por de pronto; si nos metemos en números, salen todavía más cosas. El salario medio general de los hombres en RTVE es de 52.852 euros. El de las mujeres se queda en 49.614. Pensar que, por el hecho de ser público, es más limpio es demasiado pensar.

 

 

 
Interesa

 

María Asunción Gallo, Presidenta de la Asociación Profesional de Orientadoras/es Sociolaborales (AOSLA-Gizalan)


 

María Asunción Gallo“El machismo es peligroso cuando se oculta”

 


La vida personal y familiar aumenta su importancia, siempre que una mujer se enfrenta a una entrevista de selección.

 

El estudio sobre los micromachismos en la búsqueda de empleo, realizado por AOSLA-Gizalan, en 2019, sirvió para confirmar que el machismo se disfraza de lo que no es, cada vez que una mujer busca un empleo. Algo que ya esperaba la asociación. La sorpresa, sin embargo, se manifiesta por la capacidad de las actitudes machistas para ocultarse. Ocultarse, hasta el punto de hacerse realmente invisible. Y, por lo tanto, más eficaz. Sorprende que, en una sociedad con tanta circulación de información, haya fenómenos que directamente no se vean. Para María Asunción Gallo, lo peor de los micromachismos es que «no son tan conocidos como parece».

 


¿El Micromachismo es el arma más poderosa de la desigualdad?

 

Podría. Aunque es más correcto referirse a micromachismos, en plural, porque no son un fenómeno con denominación de origen, como los vinos o las aceitunas, sino un montón de actitudes, comportamientos y actos, que traducen formas de pensar.

 

¿Tantos estudios sobre Micromachismo han terminado haciéndolo visible?

 

¡No son tantos! Pero sí que da la sensación, últimamente, de que los micromachismos han pasado, de ser algo oculto, a algo que todo el mundo conoce y sobre lo que todo el mundo tiene una opinión. No creo que haya muchos estudios sobre el asunto. Al menos, no creo que su número sea realmente significativo. Y, en cualquier caso, todavía queda mucho por conocer de los micromachismos y sus perniciosos efectos. En el estudio que llevamos a cabo, el año pasado, sobre los micromachismos en la búsqueda de empleo, pudimos comprobar que no son tan conocidos como parece. Y que tienen una gran capacidad para ocultarse incluso de las miradas más inquisitivas y atentas.

 

¿El hecho de que se hable mucho sobre los micromachismos es un remedio contra los micromachismos?

 

El remedio contra los micromachismos es que se conozca su existencia. Y se entiendan sus efectos. Eso es algo que es más fácil de conseguir, si se habla mucho de ello. Si se hacen memes, si se abren páginas web sobre el tema. Si se dan charlas en los colegios. Hasta si se establece un día internacional. Lo relevante es, insisto, que se conozca, que se sepa identificar. Lo malo de cualquier manifestación del machismo no es su existencia únicamente, sino su ocultamiento.

 

Hijos,  hijas, embarazos, menstruación

 

¿Cuáles son las manifestaciones de «machismo de baja intensidad» más habituales a las que tiene que enfrentarse una mujer durante su búsqueda de empleo?

 

Según nuestro estudio, los comportamientos que más se identifican son, en primer lugar, «la exigencia de un determinado aspecto físico a las mujeres en las ofertas de trabajo». En segundo lugar, «que se hacen preguntas diferentes, en las entrevistas de selección, en función de que la persona candidata sea hombre o mujer», y, en tercer lugar, «que a las mujeres se les pregunta por temas personales y familiares, como sobre hijos e hijas, embarazos, menstruación... en las entrevistas de selección».

 

¿El machismo crece con el paro?

 

Y al revés, el paro crece con el machismo. Se alimentan, como pasa con cualquier efecto negativo: cuanto peor, peor.

 

¿El machismo disminuye con la edad y el micromachismo aumenta con la edad?

 

Sí que, a medida en que nos hacemos mayores, vamos teniendo más conocimiento y eso puede actuar en contra de los machismos. Pero también se da la reacción contraria, la de quien, con la edad, reafirma sus convicciones de siempre. La resistencia al cambio es mayor con la edad. Por eso, la esperanza está en la Educación, en las etapas más jóvenes, cuando aprendemos.


 

 
Es curioso

 

Sí, muy curioso, que los micromachismos hayan pasado de ser difícilmente detectables a aparecer hasta en la sopa. Y es que todo hay que decirlo. Pero todo. Y lo peor es comprobar cómo determinadas acciones producto de la escasez de inteligencia ponen en marcha mecanismos poco deseados y, más que micromachistas, machistas de tamaño normal. Nos explicamos. Vanessa Romero es concejala del Ayuntamiento de Alicante. El pasado 31 de julio, cuando más apretaba el sol, participaba en el pleno municipal de dicha corporación. Al parecer, ya fuese porque la instalación del aire acondicionado del salón de plenos de la ciudad de Alicante estuviese averiada o ya fuese por estar directamente mal diseñada, la zona que ocupaba la señora Romero se había quedado más fría de lo que se hacía soportable. A veces, pasan esas cosas con el aire acondicionado. Vanessa Romero podía haber optado por pedir la palabra e indicar lo incómodo de su situación, solicitando una solución. Lo normal, vamos. Pero no fue así. Ciertamente, levantó la mano para hacer uso de la palabra. Lo ridículo es cómo hizo esto último. Dijo Romero, muy perspicaz: «No sé por allí, pero aquí también estamos congeladas de frío. Se llama micromachismo esto». El caso es que el tema que se trataba en el pleno era, precisamente, el Plan de Igualdad del ayuntamiento, lo que pudo haber actuado como agente de abducción y, tras haber absorbido el problema del frío, lo habría traducido a los términos del asunto del día: esto es un tema de igualdad; si algo molesta, va contra la igualdad; si no incluye acciones graves con dolo, será, por lo tanto, un micromachismo. Semejante periplo intelectual no pudo ser comprendido por el grueso de las personas presentes, con resultado de risas. Muchas. Pero Romero se empecinó y solicitó que quien tuviera dudas lo buscase en Internet. Peor. Más risas. Lógicamente, de tanto darle vueltas al micromachismo del aire acondicionado, el alcalde terció con: «apagamos el aire y sudamos en igualdad. Qué forma tan inclusiva de compartir fluidos». Lo que pasó después nos forzaría entrar en el submundo de las redes sociales, lugares francamente tan deplorables, que no merecen ser mencionados aquí y en este caso. Hay quien ha hecho análisis profundos sobre las verdaderas intenciones ocultas de la edila alicantina. Pero lo peor es que no hay intenciones ocultas. Hay gente que, una vez electa, vive en una continua exaltación de sí misma. Lo peor es que esta mujer habló con el corazón, ingenuamente convencida de que la razón le asistía, cuando debería haber hablado con la razón, por mucho corazón que le quisiera poner. Para el futuro, conviene que se entere de qué son los micromachismos, los de verdad, y cuáles son su origen y su alcance. Se arregla con un libro y se evita entrar en la fama por la puerta de atrás.

 

 

Puede que pienses que el comentario anterior no tiene nada de «curioso», en la medida en que está protagonizado por una persona que se dedica a la política, algo intelectualmente muy devaluado en los tiempos que corren, como sucede con los doctorados. Y es que parece que, a pesar de repetirnos y repetirnos, estamos publicando siempre las mismas cosas. Es decir, que pasan los años y avanzamos bastante poco. Lo mismo ocurre con el techo de cristal, por ejemplo. Desde antes de que existiese IGUALaIGUAL, el tema del techo de cristal era una preocupación mundial. Han pasado 17 años y continuamos con el monotema. Es cierto que últimamente proliferan noticias provenientes del mundo económico protagonizadas por mujeres. Son noticia, porque son inusuales. Una aquí, otra allá, estas mujeres van rompiendo techos. Pero es curioso que, pese a todo, los programas, proyectos, planes o como les quieras llamar que tienen como objetivo hacer frente a un obstáculo para el progreso de estas características continúen, se sigan elaborando y poniendo en marcha. Y, diecisiete años después, prácticamente con el mismo resultado. ¡Fíjate que habrá cosas en el mundo que no han podido resistir a la apisonadora del tiempo, pero esto de poner barreras invisibles por arriba permanece incólume! Dicho con sarcasmo, goza de una salud excelente. Según datos de Eva Vila-Massanas, profesora en TBS Business School, las mujeres sólo alcanzan un 6 por ciento de representación en los consejos de las «corporaciones» españolas. De las «grandes corporaciones», queremos decir, porque este asunto del techo de cristal no afecta a las ferreterías, dicho sea con todos los respetos; como tampoco afecta a los hospitales o a los clubes deportivos. Lo del techo de cristal es un tema de alto standing, de esos lugares en los que se cuecen las grandes operaciones económicas y financieras o, si se prefiere, donde se crean muchos puestos de trabajo. (Y sí, se prefiere). Vila-Massanas también se extraña de cómo es posible que, después de que las mujeres altamente preparadas hayan crecido en número y en preparación, en los últimos veinte años, su presencia en los órganos de gobierno de las grandes empresas siga siendo ridícula. Antes, se argumentaba que no había suficientes mujeres suficientemente preparadas. Pero es que, ahora, eso ha dejado de ser así. Por el contrario, sigue la tendencia al alza (que ya comenzó entonces y antes de entonces) de mujeres con preparación bastante superior a la de buena parte de los hombres coetáneos que campan por los mismos sectores económicos. Quizá, haya que acudir al análisis más simple para explicarlo. Y es que quienes argumentaban eso en el pasado siguen estando donde estaban y siguen siendo los mismos hombres que antes, sin que el tiempo haya pasado por ellos. Eva Vila-Massanas asegura que «una junta con diversidad tiene más probabilidades de obtener mejores resultados». Es un argumento bueno, además de suficientemente probado. Pero da igual, porque vamos gota a gota, llenando un vaso mucho más grande que el resto.

 

 

 
 
"El hervidero neuronal de la Pura"

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Consultorio que lo es

 
 

Querida Pura:
Cada día se vuelve una más loca con esto que decís las feministas. Que si nos empoderemos todas, que si debemos llevar la iniciativa en todo. Y luego, resulta que, al final, todo es lo mismo de antes. Que lo digo por esto de Valladolid, que ya sabes, que es que la policía municipal y la Policía Nacional se tienen que poner de acuerdo para proteger a las mujeres amenazadas. Que, oye, que yo no lo digo por eso. Que todo el respeto, ¿no? Que la primera solidaria soy yo. Pero que, claro, que dile tú a estas mujeres que se empoderen, que lo haces mucho, Pura, eres mucho de hablar y hablar. Y si, al final, no viene la policía, con unos buenos cimarras, para protegernos, pues ya te puedes dar por… eso, ¡ya sabes!

Panecia Yoymisa Migas. Azadón de los Terrones

 

Pane: La próxima vez que vuelvas a «no enterarte» de las cosas, ni se te pase por la cabeza escribirme mensajitos. Y la próxima vez que me quieras colar un insulto a lo tonto, no te pienses que tengo la mano lenta. ¡No, señorita, no! Oyes campanas y no sabes ni que son campanas, ni mucho menos de dónde vienen. Me hablas de dos asuntos y en los dos metes la patita hasta el zancarrón. Lo primero: ¿qué policías de Valladolid son esas? Esto no ha sido en Valladolid capital, sino en Medina del Campo. Y sí, resulta que la Policía Local de este pueblo ha acordado con la Policía Nacional la mejor forma de proteger a las mujeres amenazadas todo lo mejor que puedan, juntas. Y que, para ello, la Policía Nacional facilitará a la guardia urbana que puedan entrar en el sistema informático que sirve para controlar a las víctimas de la violencia. ¿Y para qué? Pues para que una policía apoye a la otra y, entre las dos, consigan tener a raya a acosadores, violentos y asesinos. ¡Pero lo que más me duele de que tengas esa boquita tan suelta es esa capacidad que te adorna para cagarla por las patas de atrás! ¿Y ahora, resulta que te voy a tener que explicar este asunto del empoderamiento, Pane? Mira, va a dar igual, porque contigo es como si dices misa. ¡Pues claro que sí, que hay que empoderarse!, ¡pues claro que tenemos que ser nosotras las únicas propietarias de nuestra vida y no tenemos que esperar a que nos diga tu marido qué es lo que tenemos que hacer…! Porque Manolo te dicta las cartas, que me lo han dicho tus amigas, que tú no eres la única que habla. Mira una cosa: para que entiendas lo del empoderamiento, en primer lugar, tendrías que dejar de vivir a la sombra de Manolo, tendrías que dejar de pensar a sus expensas. No vas a alcanzar a entenderlo, pero te lo voy a explicar. Que una mujer se empodere, en su vida, en su círculo personal, dentro de su familia, no deja de ser una anécdota. Algo que simplemente está muy bien. ¡Muy bien, bravo! Pero lo que cuenta es que nos empoderemos cuantas más a la vez, mejor. Porque, así, nos empoderamos con conciencia, llámala de género o de ‘génera’, pero conciencia. Si todas las mujeres amenazadas de un municipio saben que tienen a las diferentes policías coordinadas para hacer mejor su trabajo, se sienten más fuertes. ¿Te enteras? Y eso, María Panecia, es avanzar el doble. Y empoderarse. ¡Pero qué te estoy diciendo, si a ti todo esto te entra por un oído…!

 

 


 

Querida Pura: A ver que yo me entere o que me enteres tú, que sabes mucho de estas cosas. Que me dijo el otro día mi sobrina que en España las mujeres trabajadoras están todos los años 51 días sin cobrar… ¡Pero trabajando! Eso no lo he oído yo nunca, hija. ¿Cómo es eso de que 51 días sin cobrar y de dónde ha salido? Que es que a mí hay cosas que no terminan de entrarme, Pura, hija.

Despis Tadapa Losrrestos. Valdenoveas de Santurrones

 

Despis: Bueno, es raro, pero es. Lo que pasa es que son números y que para esto pues hay que estar entrenada. A mí, por de pronto, me lo ha tenido que explicar mi nieta que está en la ESO y que, si hay que estudiar, estudia. Y esto es así y además son datos de Europa, del Eurostat: lo mismo para toda Europa, para poder comparar. Vamos a ver, que no hablamos de una mujer. Tampoco, de algunas mujeres. Ni siquiera nos referimos a las mujeres que trabajan en trabajos que directamente las explotan, en plan injusticia que me pone de los nervios. ¡No! Para nada. Es más grave, porque hablamos de todas las mujeres que trabajan cobrando un sueldo; con un contrato, vamos. De todas. Y sumamos todo lo que ganan. Y luego, cogemos a los hombres… ¡No a todos los hombres, no! Sólo a los que trabajan con un contrato laboral, que, por cierto, son la mayoría. Y sumamos todo lo que ganan. ¿Cuál es el resultado? Que ellos cobran más que ellas. ¿Y lo de los 51 días? Pues esto es muy sencillo. Me dice mi nieta que, si los hombres cobran más, vamos a considerar que lo que cobran es «lo bueno» o lo que tendría que ser. Y en ese caso, cobrando todos lo mismo al mes, las mujeres ya habrían terminado de cobrar todo lo que iban a ganar en un año, el 11 de noviembre. Pero, claro, lo que realmente pasa es que siguen trabajando. Y por esa razón, los 51 días que quedan hasta el 31 de diciembre (que los ha contado mi nieta, yo ya no estoy para ciertas cosas) es como si no los cobrasen, pero que sí los trabajan. Son números, Despis. Y contentas, ¿eh? Porque, mira, la diferencia entre el sueldo de los hombres y el de las mujeres está, en España, en el 14 por ciento: que ellos cobran el 14 por ciento más. ¡Pero es que, en toda Europa, es un 15,7 por ciento! Que es todavía más, que son más días trabajando sin cobrar. ¿Qué cómo se llega a esto? ¡Pues de muchas maneras, hija! Por ejemplo, que, en la mayor parte de los casos, cuando contratan a mujeres, se hace con contrato temporal, o a tiempo parcial. Y lo que es peor, como ese tipo de cosas se han ido cociendo durante muchos años, el caso es que hay cantidad de empresas que reservan ciertos puestos de trabajo y ciertas contrataciones (las malas) a mujeres. Que dice mi nieta que eso se llama «feminización del puesto de trabajo». Que esa forma de hacer las contrataciones pues evita que las mujeres puedan acceder a los puestos donde se manda, los de la dirección. Que si alguien tiene que conciliar en una pareja, va a ser la mujer, porque, claro, como tu trabajo no es tan importante y, además, se te acaba el contrato dentro de quince días.

 
Se va a hacer

CURSOS

 

Curso Integral de Igualdad de Género. (Edición 9)

  • Órgano Convocante: AOSLA-Gizalan.
  • Descripción:DIRIGIDO A personas con licenciaturas, diplomaturas o grados en carreras relacionadas con el área de intervención social, como Psicología, Sociología, Pedagogía, Psicopedagogía, Educación Social, Trabajo Social y similares, con interés y motivación hacia la intervención social. Incluimos en el colectivo diana al que dirigimos el curso al profesorado no universitario, principalmente a quienes sean responsables de tutorías y de asignaturas como FOL.
    Objetivo
    Facilitar a las personas con titulaciones universitarias con perfiles para ejercer en materia de intervención social, competencias para desempeñar ese trabajo desde una perspectiva de género

 

 

 

 

 

 

IGUALaIGUALEdita: Asociación Profesional de Orientadoras/es Socio Laborales (AOSLA-Gizalan)
Directora:
María Asunción Gallo Montero
Redacción:
C&P Comunicación y Prospección
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Ruth Álvarez Rocha

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