IGUALaIGUAL
 
Número 17. Octubre de 2008. ESPECIAL MUJER RURAL
                            
Editorial

 

Mujeres con cintura

 

“La gente de cualquier comunidad minoritaria tiene experiencia en llevarse y encajar bien con gente muy diferente. Y pueden enterarse de cosas, de un modo que no llame la atención”. El servicio secreto interior británico, el MI5, está reclutando espías gays (y lesbianas, claro) para vigilar mejor. El comentario que reproducimos entrecomillado no tiene nada que ver con la opinión de los cuadros de mando del MI5. Se trata de la opinión de Ben Summerskill, director de Stonewall, una entidad fundada en 1989, para combatir la discriminación contra lesbianas (y gays, claro). Y tiene dos interpretaciones. Primera, la envidiable ausencia de complejos de la población del Reino Unido sobre eso tan mal visto que se llama “inteligencia”: tiene que haber, como profesionales de la odontología. Segunda, la entrada de las minorías (con todos los honores y valorando las posibilidades que abren algunas opciones), en trabajos poco habituales. Como para no perderse ese proceso de selección.

Deberíamos aprender. Ya que queremos quedar bien ante la cámara fotográfica, creando un ministerio para la igualdad, podríamos reclutar personal asesor entre las minorías, por aquello de que encajan bien entre gente muy diferente. Pero, cuidado, tenemos en nuestro país minorías con mayor presencia social que las “otras” opciones sexuales (gays y lesbianas, lesbianas y gays, claro). Más de la mitad de las mujeres españolas viven en el campo y del campo. Y tienen la etiqueta de “mujeres rurales”: las “otras” mujeres. O sea, que tienen todas las papeletas para ser una minoría marginada, una populosa minoría marginada.

Tendrían que tener su fundación y su estrategia, para copar los puestos de asesoría en el Ministerio de Igualdad. Tienen su realidad, fuera y dentro de sí mismas. Están por cambiar la cosa y, al tiempo, pasan el testigo de todas las tradiciones que les tienen con la “pata quebrá”. Para que el campo cambie (y va cambiando, a pesar de todo), se necesita mucha cintura. Lo saben muy bien sus mujeres.

 

 
Dicen los periódicos

 

Dicen los periódicos...

...Y, lo que es peor, “insinúan” que los problemas de las mujeres rurales se han convertido en el gran problema de las mujeres en general. La insinuación produce el curioso fenómeno de reforzar el significado de lo que se dice. La vida puede volverse muy paradójica, para las mujeres rurales, que las hay en España y fuera de España. Y la paradoja se produce, cuando son las españolas quienes se ofrecen para echar una mano. Hablemos con sinceridad: mal andan las cosas, si mujeres doblemente golpeadas (a la crisis del campo, en nuestro país, hay que sumar la de ser mujer) van a ayudar a otras mujeres. Pero el caso es que el mundo se caracteriza por aquello de que siempre que pueda andar mal, lo hará peor y, en esa situación, todo es relativo. La presencia de representantes españolas, en reuniones en Centro y Sudamérica, dedicadas a analizar la situación de las mujeres rurales, es más que frecuente. Hace muy escasas fechas, se ha podido constatar, de nuevo, el interés de organizaciones españolas en este tipo de iniciativas. Ambas partes salen ganando, aunque sólo sea porque las mujeres de nuestro país pueden comprobar cuál es el verdadero estado de la cuestión: ¡hay quien nos envidia! Y no es un consuelo, claro. Tampoco un sarcasmo barato y de mal gusto. Lo cortés no quita lo valiente y en cada hemisferio conviene interpretar la realidad, relativizándola y sumergiéndola en sus inevitables circunstancias. Las organizaciones españolas de mujeres rurales son profetas fuera de su tierra, mucho más allá del tópico. El pasado mes de agosto, la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, acudió a una reunión de esas características, en República Dominicana. El Instituto Internacional de Investigación y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (INSTRAW), que es la única agencia de la ONU que tiene sede en Iberoamérica, se congregaba para sensibilizarse y hacer un llamamiento al mundo sobre los problemas de las mujeres rurales. De la Vega abundó en lo obvio y dijo que “la pobreza tiene, cada vez más, rostro de mujer y especialmente de mujer rural”. Pero significar su intervención como una obviedad es quedarse solamente en la corteza de las cosas. Al final, la vicepresidenta del gobierno fue la única política europea presente en la reunión. Y eso puntúa. Puede que se tratase de las fechas, ciertamente. Pero la famosa crisis ya amenazaba y su encadenamiento internacional, que vamos constatando cada día que pasa, comenzaba a manifestarse. En buena parte de Centroamérica, por ejemplo, se va a traducir en graves carencias de alimentos. Nada menos. “La crisis alimentaria que amenaza a tantas regiones amenaza doblemente, en cada una de ellas, a las mujeres”, dijo de la Vega . La violencia machista y la pobreza no son mejores ni peores en el campo. Son simplemente igual de odiosas. Pero, al fin y al cabo, las mujeres de la ciudad se ven amparadas por estructuras urbanas, donde parece que todo es más rápido y que la solución está más cerca. Hay que irse a los pueblos... Allí, la verdad brilla más y está más viva: hay menos edificios con nombres rimbombantes, menos rótulos que caracterizan instituciones esperanzadoras, menos centros de atención para mujeres maltratadas, menos cursos formativos y escuelas de capacitación, menos asociaciones, menos lugares y excusas para reunirse..., menos refugios, en suma. Ser mujer rural es vivir sola eso de ser mujer. La discriminación no es mejor ni peor en el campo, pero es la continua y decimonónica referencia al fardo de cincuenta kilos, al tractor averiado, al peso de la azada. Desde que esas mujeres tienen uso de razón, lo que sale del huerto se vende con testosterona, viril apretón de manos y vaso de vino de por medio; se negocia enseñando el puño, amenazando, enemistándose con el vecino; la mirada que reta, la repugnancia al miedo. Y eso no es de mujeres. Desde que esas mujeres tienen uso de razón, lo rural es cosa de hombres y lo de los hombres es la referencia continua a la violencia y la fuerza. No hay marketing que valga, porque, el día que lo haya, los hombres del campo habrán muerto sin dejar viuda. Aún queda Pascual Duarte para rato.

Y no sólo en España. Se encuentre donde se encuentre, la tierra produce cosechas humanas muy parecidas. Será por aquello de que el trabajo, ya que nace con la persona, también la hace: la moldea. Si trabajas con pintura, comienzas viendo de las cosas sólo el color, pero también terminas pringándote. Gajes del oficio. Y si trabajas con lo que hunde sus raíces en la tierra, comienzas valorando las cosas, según la profundidad de su raíz, pero también terminas enterrando tus pies en el suelo. Te resulta difícil darle a la novedad el mérito que merece. Siempre te parece que lo nuevo no tiene raíces, que no vale. Son las cosas de la tierra. Pero hay países, como Argelia, en los que la evolución se ha quedado atrás. La asociación valenciana Cerai conoce de cerca el mundo en el que viven las mujeres rurales argelinas. Hace pocos meses, se implicó hasta las cachas, en la organización del I Encuentro de Mujeres Rurales Hispano-Argelino, mano a mano con la Association pour Santé Sidi el Houari, en la que ambas partes han visto cuánto aleja y cuánto aproxima a las mujeres españolas y norteafricanas. Cerai, o sea el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional, y la asociación argelina se conocían, desde hace tiempo. Cerai no es precisamente manco: existe, desde 1994, y cuenta con delegaciones en Barcelona, Sevilla, Madrid y Zaragoza. Y ha conseguido acumular una excelente experiencia de trabajo con Santé Sidi el Houari. Lleva cinco años trabajando en Argelia. Nalia Allal, que representó a la parte argelina de esta historia a dos bandas, echó de menos para su país la capacidad de organización de las mujeres rurales españolas. “Una de las conclusiones del encuentro ha sido la toma de conciencia de la importancia de unirse y participar en asociaciones”, dice Allal. Y es normal que una mujer argelina sensibilizada perciba la urgencia de que las mujeres se unan, hablen, compartan, propongan. Es la única manera de salir de ciertos nichos, profundos, estrechos y oscuros, donde se hunden las raíces de las tradiciones. Allal se quedó con la impresión de que “las mujeres españolas reconocían en las mujeres argelinas el discurso y las preocupaciones que sus madres o abuelas describían. Al escuchar a las mujeres argelinas, veían la España rural de los años cincuenta”. No está nada mal que las mujeres rurales españolas se apunten al rol de guía, porque si la solidaridad bien entendida no empieza por una misma es que ni es solidaridad, ni es nada. Y porque, además, ampliar horizontes nos hace fuertes. Nuestro país no es precisamente un dechado de desarrollo de las mujeres rurales. En Orán y en España, hay sospechosas coincidencias. Dice Nalia Allal que, en Argelia, “mientras que las mujeres urbanas disfrutan de muchas más opciones y libertades, las rurales están mucho más condicionadas por las tradiciones. Por ejemplo, en las ciudades, muchas mujeres estudian en la universidad, trabajan, ocupan puestos de responsabilidad, tienen acceso a los espacios públicos (calle, parques, restaurantes, ciber-cafés), pueden elegir su vestimenta, conducen... Sin embargo, en el mundo rural, apenas se ven mujeres en el espacio público, muchas no tienen acceso a la formación, más allá de los 14 años, y muy pocas de ellas tienen un trabajo remunerado y digno”. Vamos, como aquí, aunque haya distancias que salvan las realidades, y ya les gustaría a las mujeres argelinas sensibilizadas poder encontrarse a este lado de esas distancias. Las mujeres argelinas tienen que saltar tres grandes obstáculos: escaso acceso a la formación profesional, escaso acceso al mundo laboral y una gran presión social conservadora. “Los únicos trabajos que desempeñan están en la administración o en la educación –enfatiza Allal-. En menor cantidad, también se encuentran mujeres que ayudan en la agricultura. Se asigna a la mujer rural un rol reproductivo, que incluye la educación de los hijos y las tareas domésticas. Su acceso al espacio público es muy limitado y permanece en el hogar”. Así estábamos hace casi sesenta años. Y salimos de allí, aunque sólo sea un poco. Se puede.

 
Interesa

Remedios Zafra, premio literario Mujeres del medio rural y pesquero 2006, por “Lo mejor (no) es que te vayas”

 


No creo que haya ninguna solución debajo del asfalto, ni tampoco en la tierra en barbecho. Ni uno ni otro son panacea de nada


Según la profesora de la Universidad de Sevilla, la vida rural española vive un proceso de “reinvención”

 

“El campo o la ciudad no son las dos únicas opciones. Cada vez, son más las mujeres que viven entre el campo y la ciudad y que participan en la vida rural de formas diferentes

 

 

No se ha planteado ser líder de nada ni de nadie. Pero ella también salió del campo. Otra más. Y sin embargo, piensa que la búsqueda de la igualdad no tiene atajos en lo urbano. ¡Tampoco es partidaria de mitificar el campo! Interpretando con cierta soltura sus opiniones, cabe decir que la igualdad nace de dentro de todas y cada una, se encuentren donde se encuentren. Ella pone sus matices, claro. Profesora de Educación Artística de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla, recibió, en 2006, un merecido premio del Ministerio de Agricultura, por su libro de relatos breves “Lo mejor (no) es que te vayas”. Y por si fuera poco, también es premio nacional de Ensayo Caja Madrid (2004), premio de Investigación de la Cátedra Leonor de Guzmán (2001) y premio nacional de Ensayo Carmen de Burgos (2000). Por supuesto, es doctora (en Bellas Artes) y planta cara a los estereotipos, como sólo los estereotipos se merecen.

 

 

Uno de los triunfos que se le deben reconocer al machismo es que ha hecho triunfar a la "mujer cuché". Algo así como un modelo femenino fundamentado en la menos feminista y más parisina de las sofisticaciones, es decir, la puntilla definitiva para la mujer rural. Así que, si eres mujer en el más terrenal de los campos, ¿lo mejor no va a ser que te vayas del campo?

 

Desafortunadamente, eso que llamamos machismo triunfa de muchas maneras y no sólo en España... Y no sólo en Europa... Como efecto y forma del patriarcado, está presente en la estructuración de nuestras sociedades y encuentra formas, tanto explícitas como sutiles, para seguir repitiéndose y prevaleciendo en nuestras vidas (aunque, como invento humano que es, también puede ser desmontado y en esas, entiendo, debemos estar). Es claro que uno de los mecanismos de los que se vale el machismo es fortalecer los modelos simplificadores que vinculan lo femenino a lo frivolizado y, en cierta forma, a lo que usted llama “mujer cuché”, cuyo estereotipo está en alza, más, si cabe, por la “magnífica” labor (nunca se lo agradeceremos suficientemente) de los medios de comunicación y del consumismo pancapitalista (y nótese el énfasis irónico).

 

Sin embargo, creo que no hemos de mezclar las cosas o si mezclamos no tender a reforzar más los tópicos. La equiparación y reducción de lo femenino a la “sofisticación parisina” que usted comenta es un cliché contra el que el feminismo se posiciona y, en mi opinión, la reducción dicotómica del mundo partido en dos: ciudad frente a campo, “mujer-urbana-sofisticada” frente a “mujer-rural-quemada por el sol” es un dualismo improductivo para la igualdad. La reducción contribuye a asentar una imagen que no se corresponde con la realidad de las mujeres y su diversidad.

 

¿Y entonces, qué es lo mejor que se puede hacer?

 

Usted me pregunta: “¿lo mejor no va a ser que te vayas del campo...?” Y mi opinión es: lo mejor, creo yo, va a ser que se den las condiciones, para que, si quieres, puedas irte del campo... No hablo como experta investigadora en el mundo rural, sólo como feminista, mujer rural y como autora del libro “lo mejor (no) es que te vayas”. Creo que el paréntesis de este título puede reflejar también parte de mi respuesta y de mis interrogantes sobre el tema, es decir, de una posición no prefijada. Creo que, en las generalizaciones, se pierden las subjetividades y que, aquí, hablamos de subjetividades. Si algo caracteriza la lucha por la igualdad es la rebeldía contra las asignaciones esencialistas que nos sitúan en distintas posiciones desfavorecedoras para desarrollar nuestra subjetividad. No se trata de que lo mejor para las mujeres rurales sea que nos vayamos o que nos quedemos. Bajo mi punto de vista, se trata de que el contexto nos permita elegir quedarnos o irnos, con garantías de igualdad. Quiero decir, no simplificar, bajo un único letrero, lo que nos interesa a unas y a otras. Evidentemente, el mundo rural es un contexto duro e históricamente conservador, donde el patriarcado se hace, si cabe, más presente, pero también es dinámico y está siendo reinventado por muchas mujeres y hombres. Posiblemente, en muchos casos, aconsejaríamos a nuestras amigas y familiares: “lo mejor es que te vayas”, como hicieron con nosotras. Pero ¿por qué no podemos tener la opción de quedarnos...? No se trata de que “tengan que pensar por nosotras” y asentar otra victimización de las mujeres, como sujetos incompatibles con el campo, sino de advertir su posicionamiento activo... ¡y de resistencia...!, a que el campo sea un lugar especialmente machista. Cualquiera de las opciones, creo yo al menos, ha de ser una opción personal que debiera permitirnos a las mujeres hacer lo que deseamos, sin dar la batalla por perdida de antemano. Esto que digo, claro está, es político y puede ser tachado de idealista, pero pienso que la igualdad no viene dada por cambiar a la gente de sitio, es un problema más profundo.

 

Profundo es el abuelo de Carmen Jiménez, una de las heroínas de su libro, que se quedó con cara de cabra, y hasta gesto de tan generoso animal, sólo por dedicar su vida al pastoreo y al trato con cabras. Y así las analogías, ¿qué sería mejor: que a la mujer de ciudad se le quedase cara de señora del campo, que la chica del campo se mimetizase con la de la ciudad…, o tiramos por la calle de en medio?

 

Tiraremos por la calle de en medio y, a continuación, me explico. No creo que exista un modelo de mujer que camina hacia el futuro, al menos no un modelo singular. A mi modo de ver, todos los modelos de emancipación, como sujetos libres e iguales, debieran ser viables, independientemente del lugar en el que se nazca o del sexo que tengas. Tampoco pienso que sean dos las opciones de “ubicación” de nuestra vida. Cada vez, son más las mujeres que viven entre el campo y la ciudad y que participan en la vida rural de formas diferentes.

 

Pero el abuelo de Carmen Jiménez...

 

Mi intención en ese relato es que no estuviese claro si el abuelo se parecía a las cabras, por la convivencia con los animales o porque todos le llamaban “cabra”... Y le decían que se parecía a las cabras, o lo esperaban, por su aislamiento con los animales. El valor performativo de las palabras es algo que me interesa especialmente, y el cómo asignamos a las palabras el poder de convertir las cosas en realidad, a fuerza de repetición. Creo que, con el mundo rural en general, pasa algo similar. Al decir “mujer rural” o “señora de campo”, estamos ya visualizando la postal en blanco y negro con una mujer que responde a un perfil determinado. Rebelarse contra esa imagen predeterminada y esa asignación de valor que damos a las palabras es algo que quiere hacer Carmen Jiménez, para quien ser “cabrera” no era una opción dada por las palabras, ni por el contexto, ni encontraba referentes en los libros, ni tampoco demasiado apoyo en su pueblo. Sin embargo, ella convirtió la palabra en femenino, en realidad, aunque eso tuviera su contrapartida .

 

Milagros, Virtudes... y Remedios

 

Veamos. Milagros, otra de las mujeres de su libro, resulta que padecía de la extraña "enfermedad del alma de los nombres" (el entrecomillado es suyo, allá usted). ¿Por qué va a ser un problema llamarse Milagros en un pueblo? ¿Y llamarse Milagros en Nueva York...? Lo digo por aquello de que "ser de pueblo condiciona tu vida, porque tu infancia arropa tu vida" (el entrecomillado es mío, pero las palabras son suyas, ojo).

 

Este relato tiene mucho de autobiográfico y, por lo tanto, el comentario que puedo hacer es eminentemente subjetivo. Mi nombre es Remedios, pero, durante toda mi vida, me lo han cambiado por Milagros o Virtudes... También durante mucho tiempo, sentí, como la protagonista, una “desidentificación” con mi nombre, como algo inconsciente y difícil de explicar de manera razonada. Pero en tanto que es, en parte, mi historia, es auténtica. Padecía eso que metafóricamente llamo “enfermedad del alma de los nombres” (ficticia y fantasiosa, para eso también está la literatura, nos permite especular sobre lo que no tiene nombre, nombrándolo). No contaré mis experiencias, porque, en gran medida, están sugeridas en ese cuento. Pero tiendo a pensar que, si yo lo he experimentado, seguramente otras personas también lo habrán sentido.

 

Verá, es que le he hecho preguntas muy concretas...

 

Sobre sus preguntas concretas. No pienso que, a priori, sea un problema llamarse de una u otra manera, en uno u otro sitio. El problema viene dado por los significados que atribuimos a las palabras y por cómo cada cuál los vive, convirtiendo identidades sociales en subjetividades. El problema se genera, si esos prejuicios, propios y ajenos, sobre lo que somos, nos limitan en lo que queremos hacer y ser en nuestras vidas. En este relato, relaciono la identidad que nos otorga un nombre propio con la identidad social de quien crece en un pueblo. Ambas vienen dadas como un origen y en cierta forma, tienen algo de adscriptivo. Pero, ¿qué pasa, si tú no quieres llamarte así o no asumes lo que significa ser de pueblo, el rol que se espera de ti? ¿Cómo renunciar a algo que forma parte de tu vida? Es un problema identitario con el que se enfrenta la protagonista, como algo catártico, que culmina, cuando se reinventa, pero con su mismo nombre. Por supuesto, no creo que exista un determinismo que nos marque a los que somos de pueblo con un estigma particular, pero sí pienso que nuestras identidades sociales (y crecer en un determinado contexto sociocultural contribuye a forjarlas) nos arropan y significan; algo así como una “estructura estructurante” que nos hace ver el mundo de una manera, mientras, paralelamente, contribuye a que seamos vistos también de una forma determinada. Como unas gafas que nos permiten ver, pero que además forman parte de nuestro rostro .

 

¿De dónde se ha sacado usted la historia de Manuela (la chica que quería ser campesina, pero su padre le obligó a estudiar en la ciudad)? ¿Qué mujer que nace en el campo y que sabe lo que significa vivir y trabajar del campo puede preferir obstinadamente el campo? ¿Y qué padre que sea buen padre no le prohibiría a su hija meterse de lleno en un agujero sin fondo? (Perdone la crudeza, no es nada personal, pero es que la historia me parece demasiado irreal).

 

Lamento que se haya enfrentado a los textos, pensando que todo lo que allí se dice existe o tiene su equivalente en el mundo real. Si hay una diferencia entre la literatura y las historias de vida o el trabajo etnográfico, es que la creatividad literaria no se limita a querer narrar la realidad y no tiene pretensión científica, sino que también busca especular sobre lo posible. Esta, en mi opinión, es una de las bazas de la literatura, para el feminismo: la ficción política. Y en algunas de mis historias, también en la que usted cita, ha sido un acicate.

 

La literatura no sólo nos permite dar voz y visibilizar las vidas de mujeres reales que no han tenido protagonismo en las historias oficiales o en las ya narradas, sino que, además, nos permite inventar otras, imaginar y reflexionar sobre su futuro y sobre por qué no existen. Esto tiene una potencialidad política clara, en tanto nos facilita desmontar la estructura patriarcal, desde un juego de roles cruzados.

 

Alguno de estos relatos tiene esa modesta pretensión. Bajo la idea de que nuestros modelos de referencia como mujeres siguen en gran medida limitados a los que el propio patriarcado nos ha impuesto (y que históricamente hemos incluso contribuido a mantener en nuestros roles más tradicionales), la fantasía tiene el poder de ensayar nuevas posibles historias, sugerir la “diferencia” y especular creativamente sobre qué pasaría, si cambiamos esos roles.

 

Perdón por malinterpretar, pero a la gente de ciudad lo de Manuela nos parece un tanto extraño. ¿Demasiado minoritario...?

 

Si sigue resultando rara la actitud de Manuela es porque el contexto no facilita la igualdad. Por lo tanto, es una llamada de atención a que la igualdad no se consigue, promoviendo el éxodo de las mujeres, sino posibilitando que seamos dueñas de nuestras decisiones. ¿Por qué la protagonista no puede quedarse en el pueblo, como agricultora, cuando sus amigos y hermanos posiblemente sí podrían? La actitud del padre es una actitud realista, pero la de Manuela es subversiva, quiere cambiar las cosas y, sobre todo, quiere poder elegir. Claro que la experiencia puede hablarnos de “agujeros sin fondo”, pero creo que si, de antemano, reducimos esa elección al fracaso, estamos condenando nuestras vidas a una única opción vital posible. Muchas mujeres (y éstas, sí, reales) optan por quedarse en sus pueblos, pudiendo irse. Y posiblemente, la opción que dibuja el relato de Manuela pudiera ser más común, si se dieran condiciones de igualdad .

 

Sin solución, bajo el asfalto

 

Y en serio, ¿no cree que el problema de la mujer del campo está en la distancia que mantiene con lo urbano? Es que, quienes vivimos en la ciudad creemos que la solución a los problemas de las mujeres se esconde debajo del asfalto y no en la tierra en barbecho. Vamos, que el cemento libera... Si cree que nos equivocamos, argumente su respuesta.

 

Pienso que viajar libera y que el conocimiento nos ayuda a ser más libres y más iguales y, por tanto, estoy de acuerdo con que los valores de libertad, independencia y autonomía, que, en gran medida, identificamos con las ciudades nos permiten elegir y, como usted dice, nos “liberan”. Pero también creo que partimos del prejuicio de idealizar estos valores, como genuinos de un lugar, considerando que lo que tenemos en la ciudad es lo mejor y que todo discurso de alteridad precisa ser homogeneizado, como única forma de liberarse, es decir, que pecamos de “urbanocentristas”, queriendo medir el mundo, bajo un prisma de verdad sesgado.

 

Personalmente, no creo que haya ninguna solución debajo del asfalto, ni tampoco en la tierra de barbecho. Ni uno ni otro son panacea de nada... Todos sabemos de la subordinación y marginación de muchas mujeres en el contexto urbano: el machismo no es exclusivo del campo. Es más, pienso que, a veces, las formas de desigualdad que se camuflan en la ciudad son más perversas, en tanto pensamos que, en la ciudad, hay más opciones de emancipación y damos por presupuestas ciertas garantías que no siempre existen.

 

¿Y aquello de la división del trabajo?

 

Es cierto que la agricultura tradicional parte de un handicap estructural y de una diferenciación del trabajo que ha ubicado fuertemente a hombres y a mujeres. Una estructura social cohesionada, en gran medida, por la religión tiene también mucho que decir en el conservadurismo rural. Pero, en tanto los pueblos y la agricultura están cambiando dentro del entramado capitalista y cada vez se vinculan más (social y económicamente) al desarrollo sostenible, a la deslocalización de empresas, al desarrollo rural y a procesos que convierten muchos pueblos en destinos potenciales de turismo, las formas de vida, allí, también están transformándose (a veces, para autoextinguirse, adaptarse, cambiar…). No quiero decir con esto que, en los pueblos, las mujeres sean más libres, ni mucho menos. Reconozco y comparto con mucha gente la dificultad y la asfixia que, para muchas mujeres rurales, suponen sus pueblos (yo la he sentido, pero sé que hay quienes la sienten también en la ciudad) y pienso que la opción que muchas tomamos no es la única posible y, por supuesto, no tiene por qué ser la mejor para todas.

 

Pero la vida rural tendría que cambiar.

 

Pienso que, acompañando a estos procesos de cambio sociopolítico y económico que están transformando y, a veces, vaciando muchos pueblos, se esconde su necesidad de reinvención (desvinculando lo rural de tantas asignaciones peyorativas). Una reinvención que implica: igualdad, formación, comunicaciones, innovación, posibilidad material de viajar (para volver, o no)... En todos estos casos, no creo que mujer rural, ni hombre rural, sean, hoy ni en el futuro, sinónimos de enclaustramiento.

 

¿Y usted misma, escribió ese libro, porque se siente muy del campo?

 

Nunca encontré, en las historias que leía, equivalentes en los que identificar mis historias, las de mi madre, mi hermana, abuela, tías y amigas; modelos que me fueran cercanos y en los que reconocer algo mío. Apenas hallé modelos de diferencia en mi pueblo. Escribirlo es una forma de que existan o, cuando menos, de afectar a que otras historias existan.

 

Me siento muchas cosas y escribo por muchos motivos. Algunos de ellos y de mis historias, como mujer rural, están (con sus correspondientes miedos, sueños y contradicciones) en “ese libro” que usted dice .

 

 
Es curioso

Al menos es curioso que, en un país que hereda una tradición histórica básicamente agraria, el trabajo de las organizaciones de mujeres rurales continúe siendo silencioso, por no decir mudo. Pero hay entidades que llevan casi treinta años en la brecha. La Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER) ha cumplido, este año, su vigesimosexto aniversario. Después de veintiséis años, sería básicamente injusto recurrir a la retórica sencilla y afirmar que a entidades como AFAMMER sólo les conocen en su pueblo. Sería injusto, pero no deja de ser cierto que, mientras esta vieja asociación ha llevado el grito de las mujeres rurales a la mismísima Organización de Naciones Unidas, en nuestro país, la huella de su intenso trabajo está cubierta por una gran cantidad de sedimentos urbanos. Como si sólo el cemento fuese capaz de redimir a las mujeres. Vivimos en el convencimiento de que el premio al esfuerzo sólo se consigue en las ciudades, y cuanto más desarrolladas, mejor. En nuestras ciudades, hay mujeres de postulante lila, consigna reivindicativa, apariencia alternativa, generalmente iconos: allí, donde es fácil serlo, donde nadie se ríe a tu paso. Sólo hay que darse una vuelta por la interminable meseta, preñada de pueblos sumergidos en las más puras y duras tradiciones, pueblos donde quien pare no decide y parece obligada a enseñar a sus hijas que nacieron para parir, pero no para decidir; darse una vuelta por ese lado salvaje y darse cuenta de hasta qué punto somos incapaces de encajar la verdad. Recientemente, AFAMMER se saltó esa norma y se desplazó a París, donde la ONU celebraba que la Declaración Universal de los Derechos Humanos ya es una venerable sesentona, tan desconocida en el mundo como las mujeres rurales en la piel de toro. Carmen Quintanilla, presidenta de esta vieja y comprometida asociación, se desplazó a París, para, entre otras cosas, proclamar que “es hora de que la Secretaría General de la ONU aborde una quinta conferencia mundial de mujeres”. Y es que la última fue ya hace nada menos que trece años. Y fue una de esas pocas ocasiones, en las que las mujeres rurales (es injusto utilizar el singular genérico, eso de la mujer rural, como si sólo fuese posible un modelo) se hicieron notar. Dijeron “aquí estamos” y mostraron una cara tercermundista, de manera que, desde entonces, tal parece que sólo haya mujeres rurales en Pakistán o India, por ejemplo, que recuerdan aquellas huchas con cara de chinito del tardofranquismo. Pero seguro que AFAMMER, como el resto de las entidades que agrupan a las mujeres rurales españolas, entendería como un gran logro que, en una hipotética conferencia mundial de mujeres, se consiguiese transmitir que, aquí mismo, sin ir más lejos, tenemos el campo, cuatro pasos más allá de donde termina la ciudad. Y que es, socialmente, un submundo, aunque, por su tamaño, sea todo un mundo.

 

Atentas, que sale el pajarito. Si en algo se nota que vivimos en un mundo en decadencia es en que dependemos demasiado de la imagen, que ya incluso es electrónica y digital. La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y el ampliamente fotografiado Ministerio de Igualdad han alcanzado un acuerdo, convenientemente firmado y sellado, para la formación de las plantillas que integran los servicios de policía local, en el manejo de situaciones de violencia de género. En una fotografía pretenciosa y múltiple, el nuevo y fatuo ministerio consiguió, con un solo clic, hacer una instantánea simultánea de nada menos que 8.112 ayuntamientos. ¿Tantos y todos ellos comprometidos en nuevos y eficientes cursos? ¡Y si al menos se hicieran! Pero nuestra civilización en decadencia se queda conforme con dar por universalmente válida una realidad artificial: la de la foto, la de la pantalla de la tele, la de la noticia del periódico, la tranquilidad que da oír ciertas cosas “por la radio”. La ministra compromete y moviliza a los ayuntamientos, para que sus agentes de la autoridad se formen en algo que conocen de sobra. La brutalidad contra la mujer no es una desconocida en pueblos, villas y villorrios. Lo admite el mismo Pedro Castro, presidente de la FEMP, cuando asegura que “en el mundo rural y en los municipios pequeños, es extraño que la gente no esté al día de estos asuntos”. Por eso, insiste en que es muy necesario que los servicios sociales estén a la altura de las circunstancias. Clic con pajarito y sonrisa de nuevo ministerio. Todo es bueno para el convento en el que vivimos y, en ocasiones, morimos a golpes. Y ahora le toca pagar el pato de las estadísticas al viejo alguacil, casi un juez de paz que da algo más que la talla, deteniendo al asesino maltratador, pero que, sobre todo, es capaz de ponerse delante de su cara y mirarle a los ojos: “¡Por encima de mi cadáver, hijo de puta!” Porque, en los pueblos, todo el mundo se conoce y el alguacil se cruza con el maltratador, todos los días, varias veces al día. En las ciudades, no pasa eso: incluso puedes permitirte el lujo de ser mujer y policía local. Qué puntazo. Pero es más difícil, en un pueblo de cien habitantes. Todavía lo es. Qué cursillo ni qué ocho cuartos, señora ministra. El cursillo déselo usted al asesino y, de ser posible, dentro de la cárcel.

 
"El hervidero neuronal de la Pura"

"El hervidero neuronal de la Pura"
Consultorio que lo es

   

Querida Pura: ¡A ver...! ¿Tú no eres de esas que están todo el santo día que si el campo esto o el campo lo otro y que si hay que volver a la vida natural y todas esas mandangas? Porque, además, Pura, ¡que tú vives en el campo, que tú has sido campesina! Pues bueno, entonces sabrás explicarme mejor lo que pasa en la China, con las mujeres rurales. Bueno, que dicen que con todas, pero que con las del campo muchísimo más... Pues que hay muchísimas que se suicidan, más que en ninguna otra parte del mundo. Y entonces, pues, a ver, dime por qué lo hacen, si viven tan felices en el campo, ¿no?

 

María de la Cabeza Gorda de la Sola Cerda. Gañanes del Serrucho.

 

Querida Cabizgorda: ¿Oye, tú eres imbécil o la más tonta de todas...? No, si es que te digo, porque con gente como tú, para qué querrá nadie suicidarse. Con ponerte, al otro lado del teléfono de la esperanza, ya estaba hecho el día: ¡so atontada! Y yo es que no sé cómo me publican estas cartas, la verdad. Porque va a llegar el día en que me van a decir que qué me he creído que es esto y que si no tendré otra cosa mejor que hacer que fastidiarles la revista. Y es que hay que reconocer que... ¡me trato con una gentuza...! Pues si supieran que tu nombre termina en Cabeza y que Gorda es el primer apellido, igual hasta se hacían una mejor idea de lo que eres de verdad y de dónde le viene al galgo la casta. ¡Claro, imbécil, claro que se suicidan mucho las mujeres en China! Y muy especialmente, las mujeres rurales. Lo malo que tiene este país en el que vivimos es que, ya se nos pueden llenar las calles de inmigrantes de todo tipo y condición, que, para gente como tú, lo más que pueden llegar a ser es una nota de color. Y no me explico por qué, a la gente de China lo que les toca aquí es ser un chiste. Les viene a pasar lo mismo que a la gente de Andalucía, con la diferencia de que, para ésta última, siempre se aclara que el chiste va de buenas. Con las mujeres chinas, no va ni de buenas, ni de malas. Es un chiste chungo y ya está. Pues resulta que, en China, se suicidan al año más mujeres que hombres. De hecho, un 20 por ciento más. Más de 150.000 mujeres se suicidan cada año, en ese país. ¿Tú sabes lo que es eso? Cada caso de suicidio es un límite, un no puedo más. El mayor foco de suicidios se concentra en las zonas rurales, donde se suicidan tres veces más personas que en las ciudades. O sea, aún más mujeres. ¿Y sabes cómo? ¡Con matarratas! ¡Sí, con matarratas! ¿Y sabes por qué? Depresión, estrés, problemas conyugales... ¡El 40 por ciento de las mujeres chinas que viven en pareja son víctimas de la violencia doméstica! Y además, la política de natalidad es uno de los mayores focos de depresión al que se enfrentan las mujeres chinas. En el campo, los matrimonios arreglados son una realidad vigente. A pesar de que están prohibidos por la ley, cuentan con la más cínica tolerancia de las autoridades. ¿Y sabes por qué? Porque, después de tanta “revolución cultural” y tanto cuento... chino, las autoridades están absolutamente de acuerdo con esa manera de organizar la vida. Y no hay más. En la China rural, se prefiere a los hijos varones sobre las mujeres, porque ellos son pura y dura mano de obra, mientras que las hijas terminan siempre en otra familia, cuando se casan. ¿Qué te parece, Cabizgorda? Cuéntaselo a tu hija, que ha tenido descendencia... ¡para realizarse como persona! Eso en China sí que son cuentos chinos. Tienes una hija en China y es bastante fácil que muera inmediatamente después de nacer y nadie mueve un dedo. Si se enteran de que una mujer está embarazada de una niña, abortan, con o sin riesgo de la vida de la madre, en cualquier mes y circunstancia. Eso nunca importa. La madre sólo es una mujer. Ser mujer en China significa vivir pensando en tener un solo hijo y que ojalá sea varón. A tus hijas, las matan impunemente. Y en el campo chino, todas las mujeres tienen acceso al matarratas. Es barato, letal, rápido y eficaz.

 

 

 

Querida Pura: Y digo yo que, si es que la cosa está tan mal para las mujeres rurales, qué te voy a decir para las que vivimos del mar. Aquí en la costa, lo mejor es salir corriendo, créeme. Porque somos una minoría silenciosa. Somos mujeres y madres de pescadores y no nos han dejado ser otra cosa. Hasta nos han exigido conciencia de clase y todo.

 

Marimar Lamentable. Costa Fría de Toda la Vida

 

Querida Marimar: Hija, tienes tanta razón, que sólo puedo estar de acuerdo contigo y poco más. Pero no quiero, hija mía, que te quedes con uno de mis portazos en los morros. Y le he dicho a la indolente de mi nieta que busque en la internet esa, para ver qué se puede hacer contigo, si es que lo tuyo tiene alguna solución, pobrecita mía de mi corazón. Y me dice mi nieta que le ha costado encontrar algo que pueda alegrarte. Pero que, verás, que hay una eurodiputada socialista que se llama Rosa Miguélez... ¡Que resulta que es del Parlamento Europeo, que por eso es eurodiputada ella, oye! Y es que esta mujer acaba de proponer a ese parlamento de toda Europa que haga algo para fomentar la presencia de las mujeres que vivís de la pesca, en vuestro mundo y en vuestros pueblos. Y eso es precisamente, porque se dan cuenta de que estáis muy calladas y de que siempre os han tenido remendando las redes. Bueno, pues resulta que deberíais organizaros mejor, porque más de una cuarta parte de vosotras ya trabaja directamente en la pesca. O sea, en plan que remiende el otro. Y eso es muy importante, porque, cuando dejas de ser la mujer del pescador y pasas a ser parte de la tripulación, tu voz ya cuenta, ya la cosa es otra cosa. ¡Y no sólo eso, Marimar, hija! Porque en la industria de transformación, o sea, la que coge la pesca y hace algo con ella..., o sea, básicamente, las conservas de pescado..., pues resulta que ahí ya sois el 57 por ciento de toda la gente que trabaja. Que no se diga, que las mujeres son una realidad silenciosa en la pesca. Que no se diga, porque, además, esta euromujer (o eso) quiere que se apoyen nuevas ideas. Mira, por ejemplo, las mujeres de La Restinga, en la isla de El Hierro (¡sí, hombre, en Canarias!), que han cogido la idea del turismo rural y se han montado una versión particular que es el turismo marítimo. ¡Hay que unirse, Marimar, pero, más que eso, hay que moverse!

 

 

 

Interesa 

 

Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR)

 


“Somos pioneras en la creación de cooperativas rurales de servicios de proximidad, dirigidas por mujeres ”

 


Los 7 millones de mujeres rurales son la mitad del campo español

 

“ Si las mujeres se marchan, el futuro de nuestro medio rural se complica aún más. Las mujeres son el pilar fundamental del desarrollo de nuestros municipios ”

 

 

Si algo le queda claro a Teresa López es que su experiencia en la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) le ha demostrado que los cambios en el medio rural nunca vendrán de la mano de una revolución, sino de una revolución detrás de otra. La federación, que se presentó en sociedad en 2004, nació con el interés de reforzar el trabajo que, desde hace años, vienen realizando las asociaciones de mujeres rurales. Sólo cuatro años más tarde, ya ha conseguido llevar sus ideas al foro “Diálogo rural iberoamericano” de El Salvador. Pero, en contra de lo que sucede con otras personas vinculadas al trabajo asociativo, López es cualquier cosa menos excluyente. Su visión sobre las mujeres rurales no se circunscribe a las que están asociadas. Es consciente de que las mujeres que se asocian son un referente, pero la realidad es mucho más amplia. La federación que preside trabaja bajo el prisma de que una de las acciones más convenientes es hablar de las mujeres rurales y de la vida rural. “Es fundamental que nuestro papel sea conocido y reconocido, que nuestra problemática tenga cabida en los medios de comunicación y que se traslade a las administraciones responsables de solucionarla. Somos más de la mitad de la población del mundo rural, 7 millones de mujeres tenemos mucho que decir y aportar, y lo estamos haciendo”, dice

 

 

¿Sólo somos mujeres rurales, si estamos federadas?

 

No, en España viven y trabajan en el medio rural casi siete millones de mujeres y no todas participan en las asociaciones. Desde FADEMUR, creemos que es fundamental que sí lo hagan y hacemos un gran trabajo de animación a la participación y de fomento del asociacionismo. Sólo cuando las mujeres participamos, podemos incluir nuestras demandas y necesidades en las agendas políticas y cambiar y decidir así nuestro futuro. A lo largo de estos años de trabajo con las mujeres rurales, nos hemos sorprendido de su gran capacidad de movilización y de las ganas de participar en el diseño de las estrategias de desarrollo rural. Las mujeres son sorprendentes, son capaces de cualquier cosa, si se lo proponen. El primer reto que nos marcamos en FADEMUR fue continuar sumando mujeres a nuestro proyecto. Mujeres que desean avanzar en igualdad, que desean ver cómo progresa su pueblo, cómo mejoran sus condiciones de trabajo, cómo cuentan con servicios suficientes... Cuanto más unidas estemos, más fuerza tendrán nuestras reivindicaciones y más posibilidades tendremos de influir en el diseño de políticas públicas que realmente se ajusten a nuestras necesidades. En definitiva, FADEMUR trabajará para que continúen mejorando las condiciones de vida de las mujeres rurales. Para ello, es fundamental que nuestro papel sea conocido y reconocido, que nuestros problemas tengan cabida en los medios de comunicación, que se trasladen a las administraciones responsables de solucionarlos y que dejemos de ser un colectivo invisible para el resto de la sociedad .

 

¿Qué ha hecho su federación que no haya hecho antes ninguna otra entidad?

 

FADEMUR nace con la vocación de llevar la igualdad y el progreso a las mujeres del medio rural y creo que lo estamos consiguiendo. Nuestra federación ha liderado la lucha por conseguir visibilizar y reconocer las aportaciones de las mujeres, agricultoras y ganaderas, a las explotaciones familiares agrarias. Con el reconocimiento de la cotitularidad o la titularidad compartida de las explotaciones, se corrige una desigualdad histórica con las mujeres del medio rural. Las mujeres llevamos siglos trabajando en el campo, en la casa, en la huerta, cuidando a mayores y menores, sin cotizar y sin generar derechos propios. Era necesario una normativa que visibilizase el trabajo de las mujeres y que las permitiera colocarse en situación de igualdad en el sector agrario; con el reconocimiento de la cotitularidad, se bonifican, a nivel nacional, las nuevas incorporaciones a la seguridad social, en un 30 por ciento. Pero aún nos queda camino por recorrer, FADEMUR continua trabajando para que, en todas las Comunidades Autónomas, se apruebe un complemento autonómico del 20 por ciento más, para que las mujeres se den de alta en su explotación, como cotitulares. En otra línea de trabajo, FADEMUR también ha puesto en marcha un programa pionero en 11 Comunidades Autónomas de formación y creación de cooperativas rurales de servicios de proximidad, dirigidas por mujeres. Queremos que los nuevos empleos generados con la puesta en marcha de la ley de Dependencia puedan ser ocupados por las mujeres que, a través de proyectos de economía social, cubran la demanda de servicios de proximidad en el medio rural, creando empleo en los pueblos y fijando población en nuestros municipios; y, sobre todo, mejorando la calidad de vida de todas y todos. Las cooperativas se están convirtiendo en un verdadero programa de desarrollo rural y en un modelo a exportar, del que estamos muy orgullosas. El próximo diciembre, celebraremos el II Encuentro Estatal de Cooperativas Rurales de Servicios de Proximidad, en Madrid .

 

Quedarse en el pueblo

 

Es de creer que a ustedes les mueve la "conciencia de clase". Pero eso también da que pensar: ¿no es verdad que lo mejor que puede hacer una mujer de campo es salir corriendo?

 

No, por supuesto, nosotras defendemos que las mujeres puedan quedarse a vivir en sus pueblos, pero, para eso, necesitamos más servicios e infraestructuras y que las mujeres puedan incorporarse al mercado de trabajo. Si las mujeres se marchan, el futuro de nuestro medio rural se complica aún más. Por eso, es tan importante desarrollar programas que generen empleo y cubran los servicios de los que carecen nuestros pueblos. Las mujeres son el pilar fundamental del desarrollo de nuestros municipios. A través de FADEMUR, contribuimos a mejorar la formación y la capacitación de las mujeres rurales, reivindicando el reconocimiento del papel que han venido desempeñando en la estabilidad del medio rural, como usuarias y administradoras de los recursos naturales; también reclamamos nuestro derecho a participar de una forma igualitaria en las decisiones que nos afectan y que podamos asumir, en la vida asociativa y en la participación política, las responsabilidades que nos corresponden. Por lo tanto, no hay que salir corriendo, las mujeres rurales tenemos que dar un paso al frente, y lo estamos haciendo .

 

Haga balance. Desde que FADEMUR entró en acción, ¿el campo se ha vuelto más feminista o simplemente se han limitado ustedes a descubrir que en el campo hay más mujeres de lo que parece?

 

Con FADEMUR, hay una Federación feminista que trabaja en el medio rural y eso se nota. Por lo tanto, yo creo que las dos cosas... Desde FADEMUR, una de nuestras prioridades ha sido la visibilización de las mujeres rurales, su propio reconocimiento y el del resto de la sociedad. Es fundamental que nuestro papel sea conocido y reconocido, que nuestra problemática tenga cabida en los medios de comunicación y que se traslade a las administraciones responsables de solucionarla. Somos más de la mitad de la población del mundo rural, 7 millones de mujeres tenemos mucho que decir y aportar, y lo estamos haciendo .

 

Los fondos siempre se quedan cortos

 

Desde que se pusieron en marcha hasta ahora, ¿hubieran hecho mejor su trabajo con más dinero? O sea, ¿cómo está el asunto de la financiación de actividades dedicadas a la mujer rural?

 

Bueno, con 7 millones de mujeres, los fondos siempre se quedan cortos. Desde FADEMUR, organizamos cursos de formación, jornadas de información sobre nuevos derechos para las mujeres y desarrollamos varios programas adscritos a distintos ministerios. Nuestro trabajo consiste también en presentar programas innovadores que puedan ser modelos de desarrollo rural. Tenemos que concienciar a la sociedad de la importancia de mantener vivos nuestros pueblos, las labores de agricultura y ganadería para avanzar hacia un desarrollo sostenible con el medio ambiente y la diversidad, y en eso tenemos mucho que decir y aportar las mujeres rurales. Lo que está claro es que hay que dotar de fondos suficientes a las políticas públicas que se ponen en marcha .

 

¿Hasta cuándo va a seguir siendo el campo "cosa de hombres"… y qué significa que deje de serlo?

 

Creo que el campo también ha sido siempre cosa de mujeres. Desde hace siglos, las mujeres se han ocupado de la huerta, los animales, la explotación... Pero siempre ha sido un trabajo "invisible" , sin reconocimiento, sin cotización... Al hacernos visibles, las mujeres nos convertimos en el pilar fundamental del desarrollo rural. Si las mujeres se marchan, los pueblos desaparecerán. Los problemas que más afectan a nuestro medio rural son el despoblamiento, el envejecimiento y la masculinización, y, sin contar con las mujeres, ninguno de ellos podremos empezar a reducirlo. Por eso, a través de FADEMUR, contribuimos a mejorar la formación y la capacitación de las mujeres rurales, reivindicando el reconocimiento del papel que han venido desempeñando en la estabilidad del medio rural; también reclamamos nuestro derecho a participar de una forma igualitaria en las decisiones que nos afectan, y que podamos asumir, en la vida asociativa y en la participación política, las responsabilidades que nos corresponden. Todos los programas puestos en marcha desde Europa coinciden en señalar a las mujeres como el pilar fundamental del desarrollo rural y como el futuro de nuestros pueblos .

 

Piénselo bien, antes de contestar: ¿si el mundo rural es machista, es culpa de los hombres?  

 

Creo que la cuestión no es buscar culpables, sino soluciones a una situación histórica de desigualdad, con una sociedad patriarcal que ha tenido a las mujeres relegadas al ámbito de lo doméstico y lo privado. El reconocimiento de las aportaciones de las mujeres es un paso fundamental para el necesario cambio de mentalidades que se tiene que dar en la sociedad, para dirigirnos a un mundo más igualitario. Pero, para eso, tenemos que tener voz. Los problemas que no se nombran no existen y las mujeres no hemos existido, durante años. Los cursos de macramé están muy bien, pero las mujeres tenemos mucho más que aportar y decidir. Es fundamental que nuestros problemas y necesidades se incorporen a las agendas políticas y ese es otro de los pilares del trabajo de FADEMUR, la interlocución con las distintas administraciones. Lo fundamental es poder hallar una voluntad común de transmitir a la sociedad la necesidad de construir un modelo social más cohesionado, en términos de igualdad, que sirva para transformar la sociedad, desde el sexismo en el que aún está instalada hacia una sociedad verdaderamente democrática e igualitaria .

 

Con sinceridad, ¿cuál es la crítica más constructiva que ha recibido FADEMUR?

 

Quizás que estamos transformando el medio rural y que queremos dar respuestas a todos los problemas que se encuentran las mujeres que viven y trabajan en nuestros pueblos, también las agricultoras y ganaderas. Nosotras aspiramos a mejorar su calidad de vida y a conseguir, no sólo la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, sino entre medio rural y medio urbano .

 

Heroínas anónimas

 

Y con más sinceridad, ¿cuál es el mejor elogio que le han dedicado a FADEMUR?

 

Uno de los mejores lo recibimos, el pasado 21 de abril. Presentábamos, en Madrid, nuestro último estudio “Historias de vida en el medio rural”, y pudimos contar con la presencia de la Vicepresidenta del gobierno y las ministras de Igualdad y de Agricultura. Todas coincidieron en nombrar a FADEMUR como la fuerza positiva del campo y del desarrollo de nuestros pueblos. Estamos muy orgullosas del trabajo que estamos realizando con las mujeres y de los proyectos que estamos poniendo en macha. Pero las verdaderas protagonistas del éxito son las mujeres rurales. En algunos casos, son verdaderas heroínas anónimas .

 

 

 
Se va a hacer
CURSOS

Formación Básica en Inmigración y Género

  • Órgano Convocante: AOSLA-Gizalan
  • Plazo de matrícula: Hasta el 05/11/2008
  • Fechas: 06/11/2008 al 18/12/2008
  • Duración: 10 horas.
  • Precio: 30 euros. Con la colaboración de la Diputación Foral de Bizkaia.
  • Información e inscripción: http://www.aosla.org/ESCOLA

Formación en Materia de Inmigración Para Personal Técnico de Orientación Laboral

  • Órgano Convocante: AOSLA-Gizalan
  • Plazo de matrícula: Hasta el 10/11/2008
  • Fechas: 11/11/2008 al 12/03/2009
  • Duración: 120 horas.
  • Precio: 300 euros.
  • Información e inscripción: http://www.aosla.org/ESCOLA

 

VARIOS

Recurso: Manual para delegadas y delegados. Ley para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. Guía para el diagnóstico, negociación y aplicación de medidas y planes de igualdad .

Esta publicación de la Secretaría Confederal de la Mujer de CC.OO., tiene por objeto facilitar la incorporación de los contenidos de la ley de igualdad a la acción sindical, especialmente para abordar la realización de un diagnóstico de situación y la posterior negociación, aplicación, evaluación de las medidas y planes de igualdad. Disponible en formato electrónico en:
http://www.ccoo.es/csccoo/menu.do?Áreas:Mujeres  ó http://www.ccoo.es/csccoo/menu.do?Áreas:Mujeres:Actualidad:10113

 

Blog Action Day 2008

La  Blog Action Day 2008 ya está en marcha e invita a bloggers, podcasts y videocasters a publicar sobre el mismo tema y el mismo día 15 de octubre de 2008 . Se trata de una invitación a personas de todo el mundo para que compartan ideas y opiniones que permitan acabar con la pobreza.

Quienes deseen participar deben inscribir su blog a través de la página web de la campaña, lo cual permite conocer el nivel de participación y la estimación de audiencias. Y el propio día 15 hay que publicar una entrada o vídeo que aborde el tema. Más información en http://www.blogactionday.org/es

 

III Concurso de Fotografía: Realidad y Discapacidad

  • Órgano Convocante: Asociación para la promoción socio-laboral de las personas con discapacidad psíquica LABORVALÍA
  • Plazo: Hasta el 29 de octubre de 2008 (incluido)
  • Objeto: Algunos de los temas que proponen las bases del concurso son, por ejemplo, la integración laboral de las personas con discapacidad intelectual, su esfuerzo y afán de superación en el terreno deportivo, o la unión y el compañerismo de este colectivo dentro del movimiento asociativo.
  • Dirigido a : Podrán concurrir todas las personas físicas o jurídicas de cualquier nacionalidad, que podrán enviar un máximo de tres obras.

 

 

 

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IGUALaIGUALEdita: Asociación Profesional de Orientadoras/es Socio Laborales (AOSLA-Gizalan)
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