Cristina Garmendia, repentinamente extraterrestre

No son buenos tiempos, pero tampoco merece mucho la pena la lírica dominante. Para hablar con descarnada sinceridad, las mujeres pasamos de Ocho de Marzo en Ocho de Marzo, con la sensación de que siempre oímos más que lo que vemos; que los poderes públicos, vengan de donde vengan, nos venden una burra vieja incapaz de soportar el más mínimo peso en las alforjas. Tanta institución y tan poca chicha…

De Ocho de Marzo en Ocho de Marzo, en perpetua digestión de ruedas de molino, que no son sino los logros ficticios que nos ofrecen toda suerte de ministerios, direcciones generales, consejerías autonómicas, organismos públicos municipales. Pero nosotras, como siempre. De Ocho de Marzo en Ocho de Marzo, intentando que el estómago admita como alimento lo que no es sino pura y dura campaña política. Si acaso, una cuestión de imagen personal, a favor de personajes políticos de usar y tirar. ¡Qué fue de la política, que nos la han cambiado por la gente de la política!

Este año 2010 se ha despertado con la patética noticia de que toda la hemorragia literaria de la conciliación de la vida personal y la vida laboral era filfa. Filfa y nada más, como un bolero. ¡Y no, no señalamos a los hombres! Es que ni las mujeres hacemos mención de acercarnos a la conciliación. Claro que siempre se le puede echar la culpa a la crisis. Qué quieres, con la que está cayendo y vamos a preocuparnos de si conciliamos y cómo. Bastante que trabajamos (y sólo algunas). Es una bonita excusa eso de la crisis, pero es que las cifras no surgen de repente, durante el último año. Son una tendencia: el fracaso ya venía de antes.

De Ocho de Marzo en Ocho de Marzo, descubrimos que tenemos una legislación que nos queda a varios siglos de distancia de nuestro tiempo real y que las mujeres sólo somos conocidas, a través de la página de sucesos: malditos asesinos.

No es de extrañar que Cristina Garmendia nos parezca como de otro planeta. Actúa sólo como una ministra y sólo se le enjuicia por su trabajo, que es a lo que íbamos con todas estas cosas de la igualdad. O sea, “the only living girl in New York”, pero salvando las diferencias con aquella canción y con el permiso de Paul Simon, claro (no vaya a ser que también la SGAE tenga algo que reclamarnos).

… que hay mucha denuncia falsa, en este tema de los malos tratos. Y dice Miguel Lorente, el Delegado del Gobierno contra la Violencia de Género, o viene a decir, que tanto da, que lo que hay es mucho morro y una trama de manipulación de la realidad, que últimamente ha subido su tono mordaz, que ya de natural era virulento y propenso a la chacota y al esperpento fácil. Los números se ponen de parte de Lorente, porque, según las estadísticas del Consejo General del Poder Judicial, sólo un 0,19 por ciento de las denuncias interpuestas por violencia de género son falsas. Pero para estos adalides de la última versión del Guasa Club, no cuenta la norma de que la excepción confirma la regla. Por el contrario, lo que cuenta es dirigirse hacia su objetivo con metodología SAD, Search And Destroy, buscar y destruir, transformando el brazo del agresor en el largo brazo de la injusticia. Un 35 por ciento de las denuncias por robo en el domicilio es falso. Los jueces archivan nada menos que el 95 por ciento de las denuncias sobre negligencias médicas. He ahí dos buenos ejemplos de datos en absoluto anecdóticos o excepcionales. Pero lo peor es el apañito, el tejemaneje. El pasado mes de diciembre, el juez Francisco Serrano decidió liderar este retozar con los porcentajes y puso sobre el tapete cifras apabullantes sobre supuestas falsas denuncias. “Lo malo es que son datos manipulados, desde muchos ángulos –dice Miguel Lorente-. Ha calculado asuntos incoados, no sentencias. En incoados, un caso de maltrato puede registrarse por la denuncia policial de la mujer, la judicial, la del centro médico o incluso la de un testigo. Así, un caso son cuatro. Si, después, ese caso se sobresee, Serrano lo considera denuncia falsa y lo contabiliza como cuatro. Por tanto, se le dispara la cifra”. Miguel Lorente hace hincapié en que, si las denuncias falsas funcionasen, no se quedarían en el 0,19 por ciento. La verdad es muy distinta. Como media, la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género calcula que, cada año, se producen unos 400.000 casos de violencia de género en España. Y sólo se denuncian unos 100.000. Esas son cifras serias y preocupantes. Pero, frente a ellas, lleva años funcionando una melé espontánea de machos, concentrada en que el lenguaje no sexista sea material para chistes o los regímenes de visitas sirvan de cortina de humo para ocultar la desprotección ante un maltratador. Es decir, una trama indeliberada (pero de adscripción voluntaria), en la que la búsqueda de un nuevo modelo social vuelve a ser un asunto de mujeres, una de esas “cosas de mujeres” que tanto han caracterizado a nuestra tradición cultural.

A quienes no les importaría en absoluto que lo suyo fuesen de verdad cosas de mujeres es a las mujeres rurales. La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), como el resto de organizaciones de este tipo, lleva años deslomándose, con el objetivo de que le reconozcan como propia una parcela que están trabajando con ahínco. Un empeño que no es fácil, porque la lucha por la igualdad en el campo español es triple. Por un lado, las mujeres rurales tienen más lejanas que el resto las fuentes de formación e información (que de todo se aprende, hasta de los periódicos). Por otro, las mujeres rurales tienen a su alrededor (y dentro de ellas, también) una esfera de valores trasnochados que les envuelve y ahoga. Y en tercer lugar, las mujeres rurales tienen a su disposición menos recursos que las “chicas de ciudad” y menos puertas a las que llamar, porque es en las instituciones locales del mundo rural, donde debe prender el germen de la equiparación entre mujeres y hombres y tal parece que ese tema no marcha tan rápido como debiera. De esta situación de desamparo se hizo eco, recientemente, FADEMUR Rioja, invitando a la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, a un encuentro con casi un cuarto de millar de mujeres riojanas que están demostrando, día a día, su capacidad para mantenerse al frente de explotaciones agropecuarias. Fernández de la Vega iba dispuesta a tomar buena nota de todo lo que le iban a decir y quedó sorprendida, porque las mujeres del campo fueron capaces de aportar una visión que va mucho más allá de sus tierras, su pueblo e incluso de España. Se preguntaron y le preguntaron a Fernández de la Vega cuáles eran los objetivos de España en la Unión Europea, ahora que nuestro país ostenta una rimbombante (y poco más) presidencia de turno. También se interesaron por cómo contemplaba nuestra administración el encaje de las necesidades específicas de las mujeres del campo en el futuro de Europa. Según explicó Montse Cortina, presidenta de FADEMUR-Rioja, “las mujeres rurales proponemos aspectos específicos que se deberían llevar a la presidencia española de la Unión Europea. Pedimos un plan de apoyo para la artesanía de las zonas rurales, elaborada principalmente por mujeres, y, sobre todo, pedimos que se escuche la voz de las mujeres rurales, cuando se hable de mundo rural”. Es difícil ser más concreta. Es difícil demostrar mejor que el asunto de las mujeres del campo está pletórico de contenidos, cuando son las mujeres del campo quienes lo abordan, y es pura filfa “rasca votos”, cuando se ve desde la ciudad. La vicepresidenta anunció un foro europeo de la mujer, para el próximo mes de abril, en Cáceres. Tendrá contenidos o será pura filfa, dependiendo de quién organice y administre. Pero ellas, mientras tanto, siguen en el campo, abriendo el surco... Por si acaso.

Por si acaso, también, o por lo que pudiera pasar, Andalucía ha finalizado, tras tres años desde que se lanzara la ley que lo promueve, su I Plan Estratégico de Igualdad entre Hombres y Mujeres, con el que espera dar un paso decisivo en la evolución hacia una sociedad igualitaria. No es fácil, para una comunidad con más problemas palpables e inmediatos que remedios a mano, incluir en el solucionario general acepciones que suponen un esfuerzo de entendimiento incluso para el personal dedicado a las tareas sociales. Y es que el plan de igualdad andaluz habla de actitudes transversales y se plantea como objetivo conseguir una sociedad distinta y nueva. Es difícil encajar ese tipo de visiones, en una sociedad a la que se le vienen encima problemáticas más directas, inmediatas, materiales, de tocar con las manos, de comer todos los días. El paro se enseñorea de la vida, de Despeñaperros para abajo. Y así, el reto es demostrar que eso de la igualdad es aplicable y no se trata de un lujo prescindible. El verdadero reto es demostrar que la aplicación de criterios de igualdad es incluso un catalizador de cambios hacia la mejora. Que otras sociedades con una situación más grave están saliendo de su agujero, precisamente porque las mujeres han podido salir del suyo. Que buena parte del secreto estaba ahí y que es odioso comparar, pero si funciona en la India, cómo no va a hacerlo en Huelva. Dice el plan de igualdad andaluz que “hay que reorganizar la estructura social, a fin de que las personas puedan compatibilizar sus tiempos, para atender todas sus responsabilidades”, que viene a ser lo mismo que caer en la cuenta de que los planes bien entendidos se aplican de abajo arriba y que no es éste un asunto que se arregle repartiendo subvenciones a diestro y siniestro, sino actuando en cada casa, en cada vecindario, en cada familia. Que lo primero que hay que hacer es convencer a cada persona de que, en esto más que en otras cosas, el punto de partida no está en las consejerías autonómicas, ni en las diputaciones provinciales, ni tiene nada que ver con los ayuntamientos, ni con la “pasta” que manejan o puedan repartir. El punto de partida está en asumir, los hombres, que las mujeres tienen tanto derecho como ellos a participar en el mundo del trabajo; y en asumir, las mujeres, que tienen el deber de hacerlo. Hay seis principios rectores, que van de la aplicación de criterios de “igualdad real y efectiva y no discriminación” a favorecer la “incorporación de las mujeres a los procesos de innovación tecnológica”, pasando por la exigencia de que cualesquiera que sean los proyectos que se aborden, deben contar con una “visión de proceso” (que no significan nada en solitario, vamos), deben tener “repercusiones en la ciudadanía”, una alta dosis de “responsabilidad” (que no es otra cosa, sino la capacidad de responder, de dar gestión), y, sobre todo y fundamentalmente, que el plan de igualdad debe convertirse en un “instrumento”. Casi nada, esto último, exigir que un proyecto político sea una herramienta. “Ajolá”.

AOSLA ENTREGA A HAITÍ UN 2 % DE SUS INGRESOS POR FORMACIÓN DE ENERO Y FEBRERO

La asociación profesional de la orientación sociolaboral participa con 439 euros en el programa de ayuda urgente de Cruz Roja Española

La Asociación Profesional de la Orientación Sociolaboral (AOSLA) ha entregado un total de 439,40 euros a Cruz Roja Española, con destino al programa de ayuda a Haití puesto en marcha por la organización no gubernamental. La donación se corresponde con el 2 por ciento de los ingresos que obtuvo AOSLA por sus actividades formativas, durante los meses de enero y febrero pasados.

Como anunció hace dos meses, la asociación se adhirió a esta campaña humanitaria urgente de Cruz Roja Española, para cumplir con el doble objetivo de ayudar a la población haitiana y servir de vehículo a los más de 2.800 profesionales de la orientación sociolaboral integrados en AOSLA, para cumplir con una labor social que considera ineludible.