|
|
|
|
|
|
|
|
Encadenadas en cadena
Por si no teníamos bastante con lo que ya tenemos, resulta
que el coronavirus no se conforma con
pretender quitarnos de en medio (y
desgraciadamente, conseguirlo), sino que,
además, se ha planteado echarle una mano a
otro virus siete veces más resiliente,
siete veces más resistente a las medicinas
conocidas y capaz, no ya de colapsar ucis,
sino de cerrar hospitales enteros. Nos
referimos a la crisis, las colas del hambre y
el desempleo.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la igualdad de género?
Pues que el incremento del paro no está siendo
igual para los hombres que para las mujeres.
Que, como cabía esperar, cuando las cosas
vienen mal dadas, siempre hay una parte a la
que le toca la peor parte. Y en esto, como en
todo, la población laboral femenina sale muy
mal parada, por una cuestión de tamaño. ¿Un
ERTE es una solución? Un ERTE, sí. Cinco
mil
millones de ERTES, sectores enteros
acogidos a ERTES son, por el contrario, más que un
problema, «el» problema. ¿La desigualdad
salarial entre géneros es un problema? En una
situación «normal», se trata de un problema a
tener en cuenta, porque su solución es
posible. En una situación desproporcionada,
por el contrario, ha dejado de ser un problema
y hablar de ello es incordiar.
Si situamos el foco en otros
lugares, sin embargo, podemos comprobar cómo,
día tras día, las colas del hambre se van
feminizando. Y no, no se trata de mujeres
jubiladas, sino de mujeres jóvenes y, si las
buenas estadísticas son ciertas (que «las
buenas» sí lo son), son mujeres más y mejor
preparadas que muchos hombres. Pero ellos
todavía gozan de un mayor plazo, hasta ponerse
a la cola. Esto ya es malo, si no fuera,
porque el mensaje puede empeorar. Para el
«común del género humano», que una larga cola
de mujeres espere a recoger comida solidaria
es como ver árboles en un parque: no
sorprende, es lo normal. Cuando lleguen los
hombres a esa cola, será cuando el «común del
género humano» se lleve las manos a la cabeza.
Pero «el común del género humano» verá hambre
y desesperación, como si en ese preciso
momento ambas lacras hubieran surgido de la
nada. Lo que no verá, lo que seguirá sin ver,
es que las mujeres ya conocían la distopía de
las colas del hambre, desde antes que los
hombres.
Éste es el poder del
SARS-Cov-2, cuando se despliega: transforma lo
que antes era invisible en algo perfectamente
inexistente. A estas alturas de la evolución
humana, detectar la desigualdad entre géneros
debería estar a la orden del día. Nos
permitiría ver a las mujeres poblando las
colas del hambre, antes de que las inundasen
hombres jóvenes que, en su día, brillaron como
prometedores abogados y directores
comerciales. Y también, nos permitiría
detectar y buscar una explicación de por qué
eran mayoritariamente mujeres las primeras que
se pusieron a la cola. Y de ahí, despertaría
nuestro interés hacia la situación laboral de
las mujeres en general, especialmente grave en
algunos casos, antes del coronavirus.
Según el informe «Diversidad y
género», elaborado por BBVA Research, el
número de mujeres ocupadas en España ha
retrocedido más que el de hombres, entre
octubre de 2019 y junio de 2020. Por si fuera
poco, la recuperación de empleo en el tercer
trimestre de 2020 benefició a los hombres. O
perjudicó más a las mujeres, como más rabia te
dé.
|
|
|
|
Dicen los
periódicos...
|
|
…que quien se atreva a llevar
la contraria al rebaño, despreciando a sus
ídolos de barro, deberá pagar el precio que
el rebaño establezca. En ocasiones, un
precio bastante caro: la vida. Eso,
nada menos, es lo que le reclaman a la
futbolista Paula Dapena, que juega en el «Viajes Inter
Rías», un equipo femenino de Segunda, de
Pontevedra, por haberse negado a participar en
el minuto de silencio en homenaje a Diego
Armando Maradona, fallecido el pasado 25 de
noviembre, al inicio del partido contra el
Deportivo Abanca, en La Coruña, sólo cuatro
días después de la muerte del astro.
Dapena, de 24 años de edad, sostiene que, cuando sobre una persona recaen
serias acusaciones de violencia de género o
pedofilia (como es el caso de Maradona), no
pueden dejarse de lado, fijándonos solamente
en que aquí se celebra el fútbol y el resto no
importa. En palabras de la joven deportista,
«en el momento en que pasas la línea para
hacerle daño a otras personas, es cuando yo ya
no los considero unos referentes». En su
opinión, hay pruebas suficientes que acusan a
Maradona. Así que, después de saber que se iba
a hacer un minuto de silencio, antes del
inicio del encuentro, Paula Dapena manifestó a
algunas de sus compañeras su intención de no
participar en el homenaje. Ya en el vestuario,
antes del partido, volvió a hacerlo público,
en este caso, a todas sus compañeras que no la
tomaron muy en serio. Lo señaló también en el
campo, ante la árbitra; pero ésta estaba en la
obligación de dirigir el homenaje, porque era
una decisión de la organización. Así las
cosas, con los dos equipos formados en medio
del campo, en el momento en que se pitó el
inicio del silencio, y también con el máximo y
silencioso respeto, Paula Dapena se sentó en
el suelo, mirando en sentido contrario. No
hizo más. De entre el público, quien quiso
enterarse de sus motivaciones terminó
enterándose, allí mismo o a través de las
redes sociales. En el campo y durante el
partido, no pasó nada más que fútbol mejor o
peor jugado. Lo peor vino después, cuando «los
heraldos» del rebaño, hablando en nombre del
mismo, le han amenazado de muerte. En su
opinión, no hay pruebas suficientes contra
Maradona (puede que Google esté mejor
informado, sin embargo), pero el simple y
respetuoso gesto de Paula Dapena es motivo
sobrado para amenazarla de muerte. Es sabido
que, cuando alguien carente de cerebro
amenaza, generalmente, la cosa se queda en
eso, aunque la historia
cotidiana de la infamia esté plagada de
excepciones a esa norma. Lo que no es tan
sabido es la situación por la que atraviesa la
persona que recibe las amenazas. Y peor
todavía es el silencio general, porque para
encontrar noticias como la que comentamos, hay
que buscarlas.
|
|
|
|
|
Puede
que sea por este tipo de cosas, por lo que
algunas comunidades autónomas han decidido
no quedarse de brazos cruzados. Cantabria se
ha propuesto, para antes de que finalice el
peor año de la historia de España, crear un
«índice de igualdad de género». La idea parece difícil:
¿qué es lo que se mide, en un concepto tan
transversal? Y de hecho, es un reto para el
Instituto Cántabro de Estadística (ICANE),
organismo que, en estrecha colaboración con el
Observatorio de Igualdad de Género creado en
agosto pasado y que dirige la gestación del
índice, asume el elemento técnico del reto o,
al menos, una parte del mismo. Y es que el
observatorio tampoco es un ente aislado. Están
representados en el mismo la Universidad de
Cantabria, las consejerías de Educación,
Sanidad y Empleo y la Unidad de Coordinación
de Violencia sobre la Mujer de la Delegación
del Gobierno, además de diversas asociaciones
interesadas. Hay mucho interés, por lo que
parece, en que este proyecto salga adelante y
comience a cosechar resultados. Pero el plan
de Cantabria no es pionero. De hecho, el
formato definitivo que se dé al índice se
ajustará a la norma europea, porque la
elaboración de este tipo de índices es un
compromiso (más o menos tácito, más o menos
expreso) de las regiones de los 27 países que
formamos parte de la Unión Europea. Y la idea
es, precisamente, poner en marcha fórmulas y
métodos de medición de la igualdad de género
en toda Europa, con tal grado de similitud
entre sí, que faciliten las comparaciones. Es
decir, que permitan analizar la evolución.
Ésta es la clave. Porque un índice puede
parecer una creación algo sintética. Viene a
ser como reducir a una fórmula matemática (o
algo así) el grado de igualdad o de
desigualdad alcanzado por una sociedad. Pero a
falta de la omnisciencia, que es privilegio de
dios, y aunque quedasen algunas cosas en el
camino, el hecho de poder reducir a una idea
simple y de fácil comprensión el estado de la
situación en materia de igualdad de género, y
de compararlo con lo que ocurre en otros
lugares, sirve para detectar lo que nos falta
y establecer las vías para cubrir esas
carencias. Esto último, claro, siempre que
haya voluntad para hacerlo.
|
|
|
Y
para eso, para construir personas más
proclives a la igualdad entre géneros que
las que ahora poblamos la edad adulta, se
plantean actividades sin fin. Por encima y más allá del miedo
que nos despierte la pandemia y el
retraimiento y silencio a los que invita (y
que tan rentables les resultan a las élites
que nos mandan), los diferentes gobiernos
autonómicos se encargan de mantener la llama
viva, atendiendo, en algunos casos, a lo que
importa, más que a lo que «interesa» o resulta
rentable. La Rioja entendió, asumió y promovió
esa línea de trabajo y propuso, para el
alumnado de 3º, 4º, 5º y 6º de Primaria, el
«primer certamen de pintura por la igualdad de
género» que se realiza en la región. Isabel,
Paula y Lucía se han llevado los premios
correspondientes a tercero y cuarto de
Primaria. Por su parte, Martina, Helena y
Carlota fueron las ganadoras de los cursos de
quinto y sexto. No importan sus apellidos,
porque, por encima de sus habilidades
pictóricas, estas seis niñas representan a
toda una futura generación que empieza a
cumplir lo que promete, en su camino a ser
personas responsables. Y también iguales. Y,
además, guardarán un recuerdo imborrable del
gobierno de una comunidad que les enseñó a
buscar lo que les une con el resto de los
seres humanos que habitan su país. Si eso no
es defender la igualdad, baje dios y lo vea.
Porque todo hay que decirlo. Y porque no
marcar claramente la diferencia, cuando la hay
(y la hay), es lo mismo que encubrir la
desigualdad. Pintar la igualdad es, desde
cualquier punto de vista, participar
activamente en la construcción de un mundo
deseable. Promover este tipo de actitudes
entre niñas y niños de seis a doce años
implica, además de lo evidente, inyectar en
sus neuronas que los mundos anhelados se hacen
construyendo, aportando, entregando.
Esforzándose por el resto.
|
|
|
|
Aunque,
en algunos casos, hay que forzar la máquina.
Dicen los periódicos que las mujeres rurales
continúan en su empeño por avanzar a la
velocidad que les piden los tiempos. Aquí, se nos viene a la mente
Internet. Pero la informática, la telemática y
las telecomunicaciones no son sólo elementos
de desarrollo económico. También se convierten
en herramientas estratégicas para colectivos
ocultos, en el terreno vital y social. Y es
que siempre que hablamos de mujeres que luchan
por la igualdad, la imagen que se nos viene a
la cabeza es la de una ejecutiva. Quizá, con
maletín, aunque ésta ya empieza a ser una
imagen trasnochada. Pero rara vez pensamos en
que la igualdad también puede ser un objetivo
para las mujeres rurales que trabajan sin
maletín; eso, seguro. Ahora que la pandemia ha
situado al ordenador de nuestra casa en el
lugar más importante y no sólo porque se ha
convertido en la nueva oficina de muchas
personas, más de las que creíamos, la
Federación de Mujeres Rurales se ha liado la
manta a la cabeza y, con la excusa de la
puesta en marcha de la XXIII Feria
Internacional de la Mujer Rural, ha
aprovechado para ampliar el mensaje de
libertad que trae la informática. Que también
lo trae. O mejor, las «tecnologías de la
información y la comunicación». El objetivo
directo es favorecer el comercio electrónico
de productos agrícolas, a través de
herramientas de ‘ecommerce’. Una buena salida (y con futuro), para los más de 2.500
productos «del campo» que producen las mujeres
rurales de toda España. Pero es mucho más, y
eso es algo que tiene muy claro la Federación.
Porque vender a través de Internet implica el
paso previo de entrar en Internet, de socializarse en el uso de herramientas
electrónicas, de gestionar directamente sus
productos con otras personas y empresas. Y una
cosa lleva a la otra, la comunicación funciona
y el contacto con otras personas, muchas de
ellas mujeres con idénticos problemas e
intereses, abre un panorama de posibilidades
que, en última instancia, colabora en la
propia construcción de ellas mismas, más allá
de su faceta de agricultoras, ganaderas o
mujeres rurales.
|
|
|
|
|
|
|
|
Cómo, hasta incluso en cuestión de
pandemias, el asunto no afecta por igual a las
mujeres que a los hombres. Es curioso cómo puede
darse la vuelta a la realidad, a la mínima. Porque lo cierto
es que hay muchas más mujeres que hombres
estudiando, formándose y aprendiendo. Esto es algo
que no sólo ocurre en nuestra nación, sino también
en el resto. Así también, en la investigación
científica, un lugar bastante desolado, ya seas
mujer u hombre. El asunto es cómo ha pillado
el virus a los laboratorios de todo el mundo e
incluso a aquellos centros de investigación, en los
que se iniciaron las frenéticas investigaciones de
todo tipo para combatir la pandemia. El problema al
que se enfrentaron y se enfrentan es que el personal
científico que los integra es también víctima
potencial del coronavirus. O se andan con cuidado, o
pueden caer bajo las garras de la enfermedad. Esta
situación de peligro era todavía más acuciante, el
pasado mes de marzo, cuando la sensación de
encontrarse ante un virus invencible era muy patente
y generalizada. En el caso de España, el
confinamiento afectó al personal de investigación de
los diversos centros que trabajan en nuestro país.
Pero también a quienes, en su día, se desplazaron
para investigar en el extranjero. Y vivían en el
extranjero, cuando estalló la pandemia en Europa. La
situación era acuciante y los casos de urgente
repatriación para atender personalmente al resto de
la familia, especialmente a menores, se plantearon
como ineludibles, al menos inicialmente. Esta
situación afectó muy negativamente a muchas de las
mujeres que desarrollaban labores de investigación
científica, dentro y fuera de nuestra nación. De
hecho, el personal científico disminuyó, en todo el
mundo, porque disminuyó el número de mujeres que no
tuvieron ninguna alternativa al retorno a sus
hogares. Para los hombres, sin embargo, esta
situación no fue tan acuciante. Según el Instituto
George para la salud global, dependiente de la
Universidad de Oxford (Reino Unido), sólo uno de
cada tres artículos científicos publicados en torno
al SARS-CoV-2 están firmados por mujeres. Esta
investigación se elaboró, a partir de una revisión
sistemática de cerca de 1.500 artículos y 6.500
autoras y autores sobre la covid-19. Sólo el 34 por
ciento eran de autoría femenina. Que las mujeres
están infrarrepresentadas en la investigación
científica es algo que se constata, desde sus
albores. Pero que, en un momento histórico, en el
que se precisan cuantas más cabezas pensantes mejor,
disminuya aún más la presencia femenina es
sintomático. Si los dos miembros de una pareja
trabajan y la mujer es científica, quien tiene que
correr para atender a hijas e hijos, dejando su
trabajo, es ella. En el caso masculino, ni se
plantea. Es más que probable que, en este trasiego
de desplazamientos y abandono de empleos afectado
por la brecha de género, hayamos perdido el trabajo
de más de una investigadora muy valiosa.
Y sin embargo, el
macho tradicional está viendo cómo, curiosamente, sus feudos ancestrales se han transformado en una especie de «zona
de batalla», donde las mujeres se están haciendo
cada vez más fuertes, reivindicando su derecho a
ser contempladas sin prejuicio. Sí, se trata del
mundo del deporte. Pero es
curioso, también, porque lo hemos presentado incorrectamente. Y es que cada
día son más las mujeres que han dejado de reivindicar
sus derechos para denunciar
abusos. El matiz que expresan las palabras en
cursiva importa, porque implica un cambio de estatus
y la constatación de un ascenso en la escalada hacia
una mayor dignidad. Se pierden en la noche de los
tiempos, las reivindicaciones de las mujeres en el
mundo del deporte, para que se abandonasen las dos
opciones primigenias frente a ellas (el desprecio o
la conmiseración) y se optase por una visión sin
prejuicios. Para conseguir eso, «las» deportistas
tuvieron que levantar la cabeza y mirar con altivez
al resto de seres humanos, con especial atención a
los hombres que concentran la mayor parte de su
actividad cerebral en contemplar, disfrutar y
entender muchísimo de deportes de competición, hasta
el punto en que los han transformado en «lo único».
Mujeres como la francesa Charlotte Girard-Fabre,
árbitro internacional de hockey sobre hielo, aún
soporta agresiones e insultos, incluso años después
de que dejaran de ser una novedad las mujeres en
dicha actividad. «Desde mi primer partido, escuché
cosas horribles como ‘sucia puta, tú no tienes nada
que hacer aquí, vuélvete a la cocina’». Tenía,
entonces, nueve años de edad. Un proyecto muy
interesante para la neurología sería averiguar qué
tiene en el cerebro un individuo, para decir
semejantes cosas a una niña de nueve años de edad.
No es de extrañar que, hoy por hoy, Charlotte
todavía recuerde aquellos insultos. Pero la
diferencia es que, cuando tenía nueve años,
Charlotte comenzaba a «reivindicar» su hueco. Y
ahora, como decimos, «denuncia» todo aquello. Lo que
se ha conseguido, durante todos estos años, es que
todas las personas que la oyen, prácticamente todas,
ya admiten que esa actitud es rastrera, subhumana e
indudablemente vejatoria. Beatrice Barbusse es,
además de una socióloga curiosa, secretaria de la
federación francesa de balonmano (si hubiera sido
hombre, le habría valido con ser ayudante en un
colmado, dicho sea sin detrimento alguno de los
colmados) y autora del libro «Del
sexismo en el deporte». Barbusse ha
comprobado que, todavía hoy por hoy, las mujeres
deportistas parten de una especie de incompetencia
natural generalmente atribuida. Y en consecuencia,
se autoexigen, incluso ellas mismas, tener que
demostrar continuamente que su valía está por encima
de la media, como si fueran elefantes que
reivindican su derecho a trabajar en una cacharrería
para la que no han nacido. «A un hombre, ni se lo
plantean. Pude darme cuenta de que, en cierto número
de situaciones, sufriría descalificaciones,
humillaciones o que me desacreditarían para
anularme. Siempre tienes sobre ti tu género», dice
Beatrice Barbusse.
Y finalmente, es curioso que, desde
2018, España haya retrocedido diez puestos en la
lista de países con mayor bienestar y seguridad
para las mujeres que elabora la Universidad de
Georgetown (EEUU). Es bastante curioso, porque, en el
anterior ranking, estaba en la quinta posición.
Ahora, ocupa el lugar número quince, en sólo dos
añitos de nada. Curioso. Muy curioso, sí.
|
|
|
|
|
"El hervidero
neuronal de la Pura"
Consultorio que lo es
|
|
|
|
|
|
Querida
Pura: Estoy muy fastidiada. Porque,
claro, mis hijas ya son mayores, pero
tengo a los niños de mi hermana que
están en esas edades tan malas y tan
cantamañanas del pavo. Te digo, porque
me ha comentado mi hija Severina que han
hecho una investigación en no sé qué
universidad de Alcalá de Henares con
adolescentes y que dice que no va a
haber manera de echar p’alante con esta
chiquillería, hija. Que ellos son
machistas y ellas, muy tontas. Y que,
digo yo, que si volviésemos a los viejos
tiempos y les arregláramos las ideas a
correazos, como se hacía antes, otro
gallo nos cantaría. ¿No crees?
Lamasbru
Taimpo Sible. Pañolón de la Llorera
|
Querida
Lamasbru: No. No creo. O, para que me
entiendas, que creo que no a eso de los
correazos. Y que creo que el problema podría
ser mayor, si os dejan a ti y a
toda esa gente que piensa como tú, que sois
bastantes, la solución de este
asunto. Si tú y tu hija Severina supierais por
dónde os da el aire, dejaríais
de tener ese cacao en el cerebro. «¿No
sé
qué universidad de Alcalá de Henares?» No
sé qué, no: la única. Pero no ha
sido la única que ha hecho ese estudio al que
te refieres. Porque con esa
universidad ha trabajado el Instituto de la
Mujer de Castilla-La Mancha. Así
que, de momento, aquí, hay unas cuantas
personas que saben lo que se hacen. Lo
contrario que tú y la Severina, Lamasbru. A
ver si te lo cuento, de manera que
te enteres. Esto ha sido una indagación que ha
dirigido la socióloga doña
Concha Carrasco Carpio. Que han hecho una
encuesta a 1.840 jóvenes de esa
región. Que era alumnado de 3º y 4º de la ESO.
Muy jóvenes: de 14 y 15 años de
edad. Y que, para que te vayas enterando, lo
que precisamente han recomendado
es que, aprovechando que están en colegios y
estudiando, se les enseñe a ver el
machismo donde se esconde y se empleen mucho
más contra todas esas cosas que
terminan haciendo de ellos, ¡y ellas!,
machistas de tomo y lomo. Que, o sea,
que muchísimo peor sería, si hubieran salido
ya de los colegios. Aunque también
te voy a decir, de un modo muy personal y
particular, que no tengo nada claro
que a su profesorado le importe lo más mínimo.
Porque con el tiempo que se
lleva denunciando que la chavalería cojea de
desprecio hacia lo femenino, si en
los colegios no se han puesto en marcha… Yo…
Qué quieres que te diga, Lamasbru.
Creo que les importa lo mismo que una deposición
de
gato en mitad de un pinar. Porque es
cierto que, una vez más, otra,
parece que ni las chicas, ni los chicos hablan
en sus casas con nadie y ni
siquiera escuchan las conversaciones ajenas,
por superficiales que sean. Porque
sólo ese nivel de indiferencia explicaría que
un 20 por ciento de los chicos,
de «ellos», en masculino, consideren que los
celos son una forma de
«demostración de amor». ¡Pero con esas mismas
palabras: demostración de amor! O
que sólo una pequeña minoría considera que la
violencia de género se produce
también entre las parejas jóvenes, entre gente
de su propia edad. Todas esas
cosas que ven diariamente por la calle, entre
sus amigas y amigos, no las
consideran violencia. (Pero qué quieres, si
consideran algo normal e ingenuo
eso que ahora llaman ‘bullying’
y que
toda la vida de dios ha sido abusar por
abusar). O que las hijas y los hijos
son para las madres, que los padres no sirven
para esas cosas. ¡El 60 por
ciento piensa así! El tema es que están en el
lugar ideal y en el momento ideal
de su vida, para intentar poner un remedio a
eso. Un remedio que no puede venir
con correazos. Pero quien lo debe poner en
marcha tiene que tener también
motivación e interés.
|
|
Querida Pura: ¡Ya
estamos empujando! Y te lo digo a ti,
Pura, porque tú eres de ésas. Sí, de
esas que van siempre buscando broncas y
peleando. ¿Y es que estarás contenta,
no, con lo que están haciendo en
Menorca, con eso de la campaña
«Apodérate», que andan diciendo a las
mujeres para que, no sé…, para empezar a
empujar? A mí, esas historias que son
tan violentas no me terminan de
convencer: «apodérate» me parecen ganas
de discutir. Y no sé qué defensa tienes,
porque no podéis venir con leches, Pura.
Que así empiezan las peleas.
Yani
Leo. Mocotendido
de las Heras
|
Yani:
Lo peor es que, si te parto la cara, que eso
sí que te resultaría bastante
violento de verdad, tampoco ibas a terminar
entendiendo gran cosa. Mira que os
comen el coco con jueguecitos de palabras y os
subís al carro que os ponen
delante de la puerta de casa, sin rechistar. Y
ahora, que te proponen algo
bueno, para que espabiles de dos maneras al
mismo tiempo, vas tú y te quejas.
Verás. Te lo voy a explicar, pero, como eres
un poco tonta, pues no sé si te lo
voy a dejar claro. Las Islas Baleares, como su
propio nombre indica, son islas.
En concreto, cinco: Mallorca, Menorca, Ibiza,
Formentera y Cabrera. Y además,
hay algún islote suelto, como Conejera, que
gusta mucho al turisteo. En España,
que es un Estado autonómico, cada isla tiene
un Consejo para que se regule y se
haga sus cosas ella sola: quiero decir normas
y decretos. Menorca tiene su
propio Consejo Insular. Y dentro de este
consejo, hay un Área de Deportes. ¿Lo
vas cogiendo o ya he terminado de volverte
loca? Pues bien, el de Menorca y su
área de deportes está por el «empoderamiento»
de las mujeres de la isla, que es
lo que le toca y le corresponde. Y Yani,
empoderar no significa apoderarse de
nada, salvo que se entienda como apoderarse de
lo que es de una y se empeñan en
quitárselo. Se trata de una campaña que busca
un doble beneficio. Por un lado,
implicar más a las mujeres en las actividades
deportivas, algo que a ti también
te moverá las tripas, porque llevas tumbada en
Mocotendido ni sé los años y no
sabes lo que es hacer el más mínimo ejercicio.
Y por otra parte, que ya te he
dicho que el beneficio es doble, quieren que
las mujeres trabajen ideas que
tiendan a empoderarlas. ¿Y qué es «empoderar»?
Hacer fuerte a quien no le
dejaban manifestar toda su verdadera fuerza.
En este caso, a las mujeres. Y
cuentan con profesionales de la Psicología, la
expresión y las artes marciales,
entre otras cosas. ¿Y cómo lo hacen? En un
ambiente de juego y diversión, que
es como mejor entran las cosas. Y a todo eso
le han puesto de lema «Apodérate»,
solamente porque es un juego de palabras
bonito, para que me entiendas. Que
nada tiene que ver con lo que primero se le
viene a la cabeza a la gente como
tú, que es buscar lo malo hasta donde no lo
hay.
|
|
|
|
|
|
Curso
Integral de Igualdad de Género. (Edición
10)
-
Órgano Convocante:
AOSLA-Gizalan.
-
Descripción:DIRIGIDO
A personas con licenciaturas,
diplomaturas o grados en carreras
relacionadas con el área de
intervención social, como
Psicología, Sociología, Pedagogía,
Psicopedagogía, Educación Social,
Trabajo Social y similares, con
interés y motivación hacia la
intervención social. Incluimos en el
colectivo diana al que dirigimos el
curso al profesorado no
universitario, principalmente a
quienes sean responsables de
tutorías y de asignaturas como FOL.
Objetivo
Facilitar a las personas con
titulaciones universitarias con
perfiles para ejercer en materia de
intervención social, competencias
para desempeñar ese trabajo desde
una perspectiva de género
-
Fechas: Del
16 de marzo de 2021, al 10 de
junio de 2021.
-
|
|
|
|
|
Edita: Asociación
Profesional de Orientadoras/es Socio Laborales (AOSLA-Gizalan)
Directora: María Asunción Gallo Montero
Redacción: C&P Comunicación y
Prospección
Directora de Arte: Ruth Álvarez Rocha
IGUALaIGUAL no se hace responsable de las
opiniones vertidas en las colaboraciones.
|
|
|
|