IGUALaIGUAL
 
Número 2. Diciembre de 2020.
                          
 
Editorial

Encadenadas en cadena

 

Por si no teníamos bastante con lo que ya tenemos, resulta que el coronavirus no se conforma con pretender quitarnos de en medio (y desgraciadamente, conseguirlo), sino que, además, se ha planteado echarle una mano a otro virus siete veces más resiliente, siete veces más resistente a las medicinas conocidas y capaz, no ya de colapsar ucis, sino de cerrar hospitales enteros. Nos referimos a la crisis, las colas del hambre y el desempleo.

 

¿Y qué tiene que ver todo esto con la igualdad de género? Pues que el incremento del paro no está siendo igual para los hombres que para las mujeres. Que, como cabía esperar, cuando las cosas vienen mal dadas, siempre hay una parte a la que le toca la peor parte. Y en esto, como en todo, la población laboral femenina sale muy mal parada, por una cuestión de tamaño. ¿Un ERTE es una solución? Un ERTE, sí. Cinco mil millones de ERTES, sectores enteros acogidos a ERTES son, por el contrario, más que un problema, «el» problema. ¿La desigualdad salarial entre géneros es un problema? En una situación «normal», se trata de un problema a tener en cuenta, porque su solución es posible. En una situación desproporcionada, por el contrario, ha dejado de ser un problema y hablar de ello es incordiar.

 

Si situamos el foco en otros lugares, sin embargo, podemos comprobar cómo, día tras día, las colas del hambre se van feminizando. Y no, no se trata de mujeres jubiladas, sino de mujeres jóvenes y, si las buenas estadísticas son ciertas (que «las buenas» sí lo son), son mujeres más y mejor preparadas que muchos hombres. Pero ellos todavía gozan de un mayor plazo, hasta ponerse a la cola. Esto ya es malo, si no fuera, porque el mensaje puede empeorar. Para el «común del género humano», que una larga cola de mujeres espere a recoger comida solidaria es como ver árboles en un parque: no sorprende, es lo normal. Cuando lleguen los hombres a esa cola, será cuando el «común del género humano» se lleve las manos a la cabeza. Pero «el común del género humano» verá hambre y desesperación, como si en ese preciso momento ambas lacras hubieran surgido de la nada. Lo que no verá, lo que seguirá sin ver, es que las mujeres ya conocían la distopía de las colas del hambre, desde antes que los hombres.

 

Éste es el poder del SARS-Cov-2, cuando se despliega: transforma lo que antes era invisible en algo perfectamente inexistente. A estas alturas de la evolución humana, detectar la desigualdad entre géneros debería estar a la orden del día. Nos permitiría ver a las mujeres poblando las colas del hambre, antes de que las inundasen hombres jóvenes que, en su día, brillaron como prometedores abogados y directores comerciales. Y también, nos permitiría detectar y buscar una explicación de por qué eran mayoritariamente mujeres las primeras que se pusieron a la cola. Y de ahí, despertaría nuestro interés hacia la situación laboral de las mujeres en general, especialmente grave en algunos casos, antes del coronavirus.

 

Según el informe «Diversidad y género», elaborado por BBVA Research, el número de mujeres ocupadas en España ha retrocedido más que el de hombres, entre octubre de 2019 y junio de 2020. Por si fuera poco, la recuperación de empleo en el tercer trimestre de 2020 benefició a los hombres. O perjudicó más a las mujeres, como más rabia te dé.

 

 
Dicen los periódicos

 

Dicen los periódicos...

Dicen los periódicos…que quien se atreva a llevar la contraria al rebaño, despreciando a sus ídolos de barro, deberá pagar el precio que el rebaño establezca. En ocasiones, un precio bastante caro: la vida. Eso, nada menos, es lo que le reclaman a la futbolista Paula Dapena, que juega en el «Viajes Inter Rías», un equipo femenino de Segunda, de Pontevedra, por haberse negado a participar en el minuto de silencio en homenaje a Diego Armando Maradona, fallecido el pasado 25 de noviembre, al inicio del partido contra el Deportivo Abanca, en La Coruña, sólo cuatro días después de la muerte del astro. Dapena, de 24 años de edad, sostiene que, cuando sobre una persona recaen serias acusaciones de violencia de género o pedofilia (como es el caso de Maradona), no pueden dejarse de lado, fijándonos solamente en que aquí se celebra el fútbol y el resto no importa. En palabras de la joven deportista, «en el momento en que pasas la línea para hacerle daño a otras personas, es cuando yo ya no los considero unos referentes». En su opinión, hay pruebas suficientes que acusan a Maradona. Así que, después de saber que se iba a hacer un minuto de silencio, antes del inicio del encuentro, Paula Dapena manifestó a algunas de sus compañeras su intención de no participar en el homenaje. Ya en el vestuario, antes del partido, volvió a hacerlo público, en este caso, a todas sus compañeras que no la tomaron muy en serio. Lo señaló también en el campo, ante la árbitra; pero ésta estaba en la obligación de dirigir el homenaje, porque era una decisión de la organización. Así las cosas, con los dos equipos formados en medio del campo, en el momento en que se pitó el inicio del silencio, y también con el máximo y silencioso respeto, Paula Dapena se sentó en el suelo, mirando en sentido contrario. No hizo más. De entre el público, quien quiso enterarse de sus motivaciones terminó enterándose, allí mismo o a través de las redes sociales. En el campo y durante el partido, no pasó nada más que fútbol mejor o peor jugado. Lo peor vino después, cuando «los heraldos» del rebaño, hablando en nombre del mismo, le han amenazado de muerte. En su opinión, no hay pruebas suficientes contra Maradona (puede que Google esté mejor informado, sin embargo), pero el simple y respetuoso gesto de Paula Dapena es motivo sobrado para amenazarla de muerte. Es sabido que, cuando alguien carente de cerebro amenaza, generalmente, la cosa se queda en eso, aunque la historia cotidiana de la infamia esté plagada de excepciones a esa norma. Lo que no es tan sabido es la situación por la que atraviesa la persona que recibe las amenazas. Y peor todavía es el silencio general, porque para encontrar noticias como la que comentamos, hay que buscarlas.


   

Dicen los periódicosPuede que sea por este tipo de cosas, por lo que algunas comunidades autónomas han decidido no quedarse de brazos cruzados. Cantabria se ha propuesto, para antes de que finalice el peor año de la historia de España, crear un «índice de igualdad de género». La idea parece difícil: ¿qué es lo que se mide, en un concepto tan transversal? Y de hecho, es un reto para el Instituto Cántabro de Estadística (ICANE), organismo que, en estrecha colaboración con el Observatorio de Igualdad de Género creado en agosto pasado y que dirige la gestación del índice, asume el elemento técnico del reto o, al menos, una parte del mismo. Y es que el observatorio tampoco es un ente aislado. Están representados en el mismo la Universidad de Cantabria, las consejerías de Educación, Sanidad y Empleo y la Unidad de Coordinación de Violencia sobre la Mujer de la Delegación del Gobierno, además de diversas asociaciones interesadas. Hay mucho interés, por lo que parece, en que este proyecto salga adelante y comience a cosechar resultados. Pero el plan de Cantabria no es pionero. De hecho, el formato definitivo que se dé al índice se ajustará a la norma europea, porque la elaboración de este tipo de índices es un compromiso (más o menos tácito, más o menos expreso) de las regiones de los 27 países que formamos parte de la Unión Europea. Y la idea es, precisamente, poner en marcha fórmulas y métodos de medición de la igualdad de género en toda Europa, con tal grado de similitud entre sí, que faciliten las comparaciones. Es decir, que permitan analizar la evolución. Ésta es la clave. Porque un índice puede parecer una creación algo sintética. Viene a ser como reducir a una fórmula matemática (o algo así) el grado de igualdad o de desigualdad alcanzado por una sociedad. Pero a falta de la omnisciencia, que es privilegio de dios, y aunque quedasen algunas cosas en el camino, el hecho de poder reducir a una idea simple y de fácil comprensión el estado de la situación en materia de igualdad de género, y de compararlo con lo que ocurre en otros lugares, sirve para detectar lo que nos falta y establecer las vías para cubrir esas carencias. Esto último, claro, siempre que haya voluntad para hacerlo.

 

   

Dicen los periódicosY para eso, para construir personas más proclives a la igualdad entre géneros que las que ahora poblamos la edad adulta, se plantean actividades sin fin. Por encima y más allá del miedo que nos despierte la pandemia y el retraimiento y silencio a los que invita (y que tan rentables les resultan a las élites que nos mandan), los diferentes gobiernos autonómicos se encargan de mantener la llama viva, atendiendo, en algunos casos, a lo que importa, más que a lo que «interesa» o resulta rentable. La Rioja entendió, asumió y promovió esa línea de trabajo y propuso, para el alumnado de 3º, 4º, 5º y 6º de Primaria, el «primer certamen de pintura por la igualdad de género» que se realiza en la región. Isabel, Paula y Lucía se han llevado los premios correspondientes a tercero y cuarto de Primaria. Por su parte, Martina, Helena y Carlota fueron las ganadoras de los cursos de quinto y sexto. No importan sus apellidos, porque, por encima de sus habilidades pictóricas, estas seis niñas representan a toda una futura generación que empieza a cumplir lo que promete, en su camino a ser personas responsables. Y también iguales. Y, además, guardarán un recuerdo imborrable del gobierno de una comunidad que les enseñó a buscar lo que les une con el resto de los seres humanos que habitan su país. Si eso no es defender la igualdad, baje dios y lo vea. Porque todo hay que decirlo. Y porque no marcar claramente la diferencia, cuando la hay (y la hay), es lo mismo que encubrir la desigualdad. Pintar la igualdad es, desde cualquier punto de vista, participar activamente en la construcción de un mundo deseable. Promover este tipo de actitudes entre niñas y niños de seis a doce años implica, además de lo evidente, inyectar en sus neuronas que los mundos anhelados se hacen construyendo, aportando, entregando. Esforzándose por el resto.

 


 


Dicen los periódicosAunque, en algunos casos, hay que forzar la máquina. Dicen los periódicos que las mujeres rurales continúan en su empeño por avanzar a la velocidad que les piden los tiempos. Aquí, se nos viene a la mente Internet. Pero la informática, la telemática y las telecomunicaciones no son sólo elementos de desarrollo económico. También se convierten en herramientas estratégicas para colectivos ocultos, en el terreno vital y social. Y es que siempre que hablamos de mujeres que luchan por la igualdad, la imagen que se nos viene a la cabeza es la de una ejecutiva. Quizá, con maletín, aunque ésta ya empieza a ser una imagen trasnochada. Pero rara vez pensamos en que la igualdad también puede ser un objetivo para las mujeres rurales que trabajan sin maletín; eso, seguro. Ahora que la pandemia ha situado al ordenador de nuestra casa en el lugar más importante y no sólo porque se ha convertido en la nueva oficina de muchas personas, más de las que creíamos, la Federación de Mujeres Rurales se ha liado la manta a la cabeza y, con la excusa de la puesta en marcha de la XXIII Feria Internacional de la Mujer Rural, ha aprovechado para ampliar el mensaje de libertad que trae la informática. Que también lo trae. O mejor, las «tecnologías de la información y la comunicación». El objetivo directo es favorecer el comercio electrónico de productos agrícolas, a través de herramientas de ‘ecommerce’. Una buena salida (y con futuro), para los más de 2.500 productos «del campo» que producen las mujeres rurales de toda España. Pero es mucho más, y eso es algo que tiene muy claro la Federación. Porque vender a través de Internet implica el paso previo de entrar en Internet, de socializarse en el uso de herramientas electrónicas, de gestionar directamente sus productos con otras personas y empresas. Y una cosa lleva a la otra, la comunicación funciona y el contacto con otras personas, muchas de ellas mujeres con idénticos problemas e intereses, abre un panorama de posibilidades que, en última instancia, colabora en la propia construcción de ellas mismas, más allá de su faceta de agricultoras, ganaderas o mujeres rurales.

 

 

 


 
Es curioso

 

Es curiosoCómo, hasta incluso en cuestión de pandemias, el asunto no afecta por igual a las mujeres que a los hombres. Es curioso cómo puede darse la vuelta a la realidad, a la mínima. Porque lo cierto es que hay muchas más mujeres que hombres estudiando, formándose y aprendiendo. Esto es algo que no sólo ocurre en nuestra nación, sino también en el resto. Así también, en la investigación científica, un lugar bastante desolado, ya seas mujer u hombre. El asunto es cómo ha pillado el virus a los laboratorios de todo el mundo e incluso a aquellos centros de investigación, en los que se iniciaron las frenéticas investigaciones de todo tipo para combatir la pandemia. El problema al que se enfrentaron y se enfrentan es que el personal científico que los integra es también víctima potencial del coronavirus. O se andan con cuidado, o pueden caer bajo las garras de la enfermedad. Esta situación de peligro era todavía más acuciante, el pasado mes de marzo, cuando la sensación de encontrarse ante un virus invencible era muy patente y generalizada. En el caso de España, el confinamiento afectó al personal de investigación de los diversos centros que trabajan en nuestro país. Pero también a quienes, en su día, se desplazaron para investigar en el extranjero. Y vivían en el extranjero, cuando estalló la pandemia en Europa. La situación era acuciante y los casos de urgente repatriación para atender personalmente al resto de la familia, especialmente a menores, se plantearon como ineludibles, al menos inicialmente. Esta situación afectó muy negativamente a muchas de las mujeres que desarrollaban labores de investigación científica, dentro y fuera de nuestra nación. De hecho, el personal científico disminuyó, en todo el mundo, porque disminuyó el número de mujeres que no tuvieron ninguna alternativa al retorno a sus hogares. Para los hombres, sin embargo, esta situación no fue tan acuciante. Según el Instituto George para la salud global, dependiente de la Universidad de Oxford (Reino Unido), sólo uno de cada tres artículos científicos publicados en torno al SARS-CoV-2 están firmados por mujeres. Esta investigación se elaboró, a partir de una revisión sistemática de cerca de 1.500 artículos y 6.500 autoras y autores sobre la covid-19. Sólo el 34 por ciento eran de autoría femenina. Que las mujeres están infrarrepresentadas en la investigación científica es algo que se constata, desde sus albores. Pero que, en un momento histórico, en el que se precisan cuantas más cabezas pensantes mejor, disminuya aún más la presencia femenina es sintomático. Si los dos miembros de una pareja trabajan y la mujer es científica, quien tiene que correr para atender a hijas e hijos, dejando su trabajo, es ella. En el caso masculino, ni se plantea. Es más que probable que, en este trasiego de desplazamientos y abandono de empleos afectado por la brecha de género, hayamos perdido el trabajo de más de una investigadora muy valiosa.

 

 

Es curiosoY sin embargo, el macho tradicional está viendo cómo, curiosamente, sus feudos ancestrales se han transformado en una especie de «zona de batalla», donde las mujeres se están haciendo cada vez más fuertes, reivindicando su derecho a ser contempladas sin prejuicio. Sí, se trata del mundo del deporte. Pero es curioso, también, porque lo hemos presentado incorrectamente. Y es que cada día son más las mujeres que han dejado de reivindicar sus derechos para denunciar abusos. El matiz que expresan las palabras en cursiva importa, porque implica un cambio de estatus y la constatación de un ascenso en la escalada hacia una mayor dignidad. Se pierden en la noche de los tiempos, las reivindicaciones de las mujeres en el mundo del deporte, para que se abandonasen las dos opciones primigenias frente a ellas (el desprecio o la conmiseración) y se optase por una visión sin prejuicios. Para conseguir eso, «las» deportistas tuvieron que levantar la cabeza y mirar con altivez al resto de seres humanos, con especial atención a los hombres que concentran la mayor parte de su actividad cerebral en contemplar, disfrutar y entender muchísimo de deportes de competición, hasta el punto en que los han transformado en «lo único». Mujeres como la francesa Charlotte Girard-Fabre, árbitro internacional de hockey sobre hielo, aún soporta agresiones e insultos, incluso años después de que dejaran de ser una novedad las mujeres en dicha actividad. «Desde mi primer partido, escuché cosas horribles como ‘sucia puta, tú no tienes nada que hacer aquí, vuélvete a la cocina’». Tenía, entonces, nueve años de edad. Un proyecto muy interesante para la neurología sería averiguar qué tiene en el cerebro un individuo, para decir semejantes cosas a una niña de nueve años de edad. No es de extrañar que, hoy por hoy, Charlotte todavía recuerde aquellos insultos. Pero la diferencia es que, cuando tenía nueve años, Charlotte comenzaba a «reivindicar» su hueco. Y ahora, como decimos, «denuncia» todo aquello. Lo que se ha conseguido, durante todos estos años, es que todas las personas que la oyen, prácticamente todas, ya admiten que esa actitud es rastrera, subhumana e indudablemente vejatoria. Beatrice Barbusse es, además de una socióloga curiosa, secretaria de la federación francesa de balonmano (si hubiera sido hombre, le habría valido con ser ayudante en un colmado, dicho sea sin detrimento alguno de los colmados) y autora del libro «Del sexismo en el deporte». Barbusse ha comprobado que, todavía hoy por hoy, las mujeres deportistas parten de una especie de incompetencia natural generalmente atribuida. Y en consecuencia, se autoexigen, incluso ellas mismas, tener que demostrar continuamente que su valía está por encima de la media, como si fueran elefantes que reivindican su derecho a trabajar en una cacharrería para la que no han nacido. «A un hombre, ni se lo plantean. Pude darme cuenta de que, en cierto número de situaciones, sufriría descalificaciones, humillaciones o que me desacreditarían para anularme. Siempre tienes sobre ti tu género», dice Beatrice Barbusse.

 

 

Es curiosoY finalmente, es curioso que, desde 2018, España haya retrocedido diez puestos en la lista de países con mayor bienestar y seguridad para las mujeres que elabora la Universidad de Georgetown (EEUU). Es bastante curioso, porque, en el anterior ranking, estaba en la quinta posición. Ahora, ocupa el lugar número quince, en sólo dos añitos de nada. Curioso. Muy curioso, sí.

 
 
"El hervidero neuronal de la Pura"

"El hervidero neuronal de la Pura"
Consultorio que lo es

 
 

Querida Pura: Estoy muy fastidiada. Porque, claro, mis hijas ya son mayores, pero tengo a los niños de mi hermana que están en esas edades tan malas y tan cantamañanas del pavo. Te digo, porque me ha comentado mi hija Severina que han hecho una investigación en no sé qué universidad de Alcalá de Henares con adolescentes y que dice que no va a haber manera de echar p’alante con esta chiquillería, hija. Que ellos son machistas y ellas, muy tontas. Y que, digo yo, que si volviésemos a los viejos tiempos y les arregláramos las ideas a correazos, como se hacía antes, otro gallo nos cantaría. ¿No crees?

Lamasbru Taimpo Sible. Pañolón de la Llorera

 

Querida Lamasbru: No. No creo. O, para que me entiendas, que creo que no a eso de los correazos. Y que creo que el problema podría ser mayor, si os dejan a ti y a toda esa gente que piensa como tú, que sois bastantes, la solución de este asunto. Si tú y tu hija Severina supierais por dónde os da el aire, dejaríais de tener ese cacao en el cerebro. «¿No sé qué universidad de Alcalá de Henares?» No sé qué, no: la única. Pero no ha sido la única que ha hecho ese estudio al que te refieres. Porque con esa universidad ha trabajado el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha. Así que, de momento, aquí, hay unas cuantas personas que saben lo que se hacen. Lo contrario que tú y la Severina, Lamasbru. A ver si te lo cuento, de manera que te enteres. Esto ha sido una indagación que ha dirigido la socióloga doña Concha Carrasco Carpio. Que han hecho una encuesta a 1.840 jóvenes de esa región. Que era alumnado de 3º y 4º de la ESO. Muy jóvenes: de 14 y 15 años de edad. Y que, para que te vayas enterando, lo que precisamente han recomendado es que, aprovechando que están en colegios y estudiando, se les enseñe a ver el machismo donde se esconde y se empleen mucho más contra todas esas cosas que terminan haciendo de ellos, ¡y ellas!, machistas de tomo y lomo. Que, o sea, que muchísimo peor sería, si hubieran salido ya de los colegios. Aunque también te voy a decir, de un modo muy personal y particular, que no tengo nada claro que a su profesorado le importe lo más mínimo. Porque con el tiempo que se lleva denunciando que la chavalería cojea de desprecio hacia lo femenino, si en los colegios no se han puesto en marcha… Yo… Qué quieres que te diga, Lamasbru. Creo que les importa lo mismo que una deposición de gato en mitad de un pinar. Porque es cierto que, una vez más, otra, parece que ni las chicas, ni los chicos hablan en sus casas con nadie y ni siquiera escuchan las conversaciones ajenas, por superficiales que sean. Porque sólo ese nivel de indiferencia explicaría que un 20 por ciento de los chicos, de «ellos», en masculino, consideren que los celos son una forma de «demostración de amor». ¡Pero con esas mismas palabras: demostración de amor! O que sólo una pequeña minoría considera que la violencia de género se produce también entre las parejas jóvenes, entre gente de su propia edad. Todas esas cosas que ven diariamente por la calle, entre sus amigas y amigos, no las consideran violencia. (Pero qué quieres, si consideran algo normal e ingenuo eso que ahora llaman ‘bullying’ y que toda la vida de dios ha sido abusar por abusar). O que las hijas y los hijos son para las madres, que los padres no sirven para esas cosas. ¡El 60 por ciento piensa así! El tema es que están en el lugar ideal y en el momento ideal de su vida, para intentar poner un remedio a eso. Un remedio que no puede venir con correazos. Pero quien lo debe poner en marcha tiene que tener también motivación e interés.

 

 


 

Querida Pura: ¡Ya estamos empujando! Y te lo digo a ti, Pura, porque tú eres de ésas. Sí, de esas que van siempre buscando broncas y peleando. ¿Y es que estarás contenta, no, con lo que están haciendo en Menorca, con eso de la campaña «Apodérate», que andan diciendo a las mujeres para que, no sé…, para empezar a empujar? A mí, esas historias que son tan violentas no me terminan de convencer: «apodérate» me parecen ganas de discutir. Y no sé qué defensa tienes, porque no podéis venir con leches, Pura. Que así empiezan las peleas.

Yani Leo. Mocotendido de las Heras

 

Yani: Lo peor es que, si te parto la cara, que eso sí que te resultaría bastante violento de verdad, tampoco ibas a terminar entendiendo gran cosa. Mira que os comen el coco con jueguecitos de palabras y os subís al carro que os ponen delante de la puerta de casa, sin rechistar. Y ahora, que te proponen algo bueno, para que espabiles de dos maneras al mismo tiempo, vas tú y te quejas. Verás. Te lo voy a explicar, pero, como eres un poco tonta, pues no sé si te lo voy a dejar claro. Las Islas Baleares, como su propio nombre indica, son islas. En concreto, cinco: Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera. Y además, hay algún islote suelto, como Conejera, que gusta mucho al turisteo. En España, que es un Estado autonómico, cada isla tiene un Consejo para que se regule y se haga sus cosas ella sola: quiero decir normas y decretos. Menorca tiene su propio Consejo Insular. Y dentro de este consejo, hay un Área de Deportes. ¿Lo vas cogiendo o ya he terminado de volverte loca? Pues bien, el de Menorca y su área de deportes está por el «empoderamiento» de las mujeres de la isla, que es lo que le toca y le corresponde. Y Yani, empoderar no significa apoderarse de nada, salvo que se entienda como apoderarse de lo que es de una y se empeñan en quitárselo. Se trata de una campaña que busca un doble beneficio. Por un lado, implicar más a las mujeres en las actividades deportivas, algo que a ti también te moverá las tripas, porque llevas tumbada en Mocotendido ni sé los años y no sabes lo que es hacer el más mínimo ejercicio. Y por otra parte, que ya te he dicho que el beneficio es doble, quieren que las mujeres trabajen ideas que tiendan a empoderarlas. ¿Y qué es «empoderar»? Hacer fuerte a quien no le dejaban manifestar toda su verdadera fuerza. En este caso, a las mujeres. Y cuentan con profesionales de la Psicología, la expresión y las artes marciales, entre otras cosas. ¿Y cómo lo hacen? En un ambiente de juego y diversión, que es como mejor entran las cosas. Y a todo eso le han puesto de lema «Apodérate», solamente porque es un juego de palabras bonito, para que me entiendas. Que nada tiene que ver con lo que primero se le viene a la cabeza a la gente como tú, que es buscar lo malo hasta donde no lo hay.

 
Se va a hacer

CURSOS

 

Curso Integral de Igualdad de Género. (Edición 10)

  • Órgano Convocante: AOSLA-Gizalan.
  • Descripción:DIRIGIDO A personas con licenciaturas, diplomaturas o grados en carreras relacionadas con el área de intervención social, como Psicología, Sociología, Pedagogía, Psicopedagogía, Educación Social, Trabajo Social y similares, con interés y motivación hacia la intervención social. Incluimos en el colectivo diana al que dirigimos el curso al profesorado no universitario, principalmente a quienes sean responsables de tutorías y de asignaturas como FOL.
    Objetivo
    Facilitar a las personas con titulaciones universitarias con perfiles para ejercer en materia de intervención social, competencias para desempeñar ese trabajo desde una perspectiva de género

 

 

 

 

 

 

IGUALaIGUALEdita: Asociación Profesional de Orientadoras/es Socio Laborales (AOSLA-Gizalan)
Directora:
María Asunción Gallo Montero
Redacción:
C&P Comunicación y Prospección
Directora de Arte:
Ruth Álvarez Rocha

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