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JEFAS

Campaña informativa sobre mujeres en cargos de responsabilidad


 

4. Techo de cristal II.

¿Qué soy, si soy mujer?

 

Una Orientadora Laboral en condiciones de acceder a un puesto de responsabilidad tiene que hacer frente al habitual "techo de cristal", esa barrera invisible que pone un tope a tus aspiraciones, si eres mujer. Pero no de un cristal normal, sino de cristal blindado. Porque cuando consigue llegar, trabaja sola y encerrada entre cuatro paredes también de cristal, porque el resto de sus compañeros son hombres. Una orientadora laboral en un puesto de responsabilidad hace su trabajo, en una especie de juego de rol, en el que no hay papeles femeninos, sólo formas de trabajo masculinas. Pero ella tampoco puede jugar como un hombre. Salir de la encerrona significa sustituir el concepto de "Jefe" por el de "Persona Responsable". Y tampoco es fácil. Para ello, la propia organización tendría que trabajar con responsabilidad. Y así, una caja dentro de la otra y ésta dentro de la otra y ésa dentro de la otra.

 

¿Qué se espera de mí?

No se es mujer y, de pronto (oh, sorpresa), una se encuentra discriminada laboralmente.

 

La discriminación no comienza en el mundo del trabajo. En todo caso, termina ahí. La vida de una mujer en un puesto de dirección o alta responsabilidad es una carrera de obstáculos, cuyo final no es la meta, sino fijar unos principios básicos para poder trabajar. ¡Simplemente! Porque una mujer directiva, con compañeros de trabajo masculinos, dedica buena parte de su esfuerzo a conseguir un simple "statu quo" para concentrarse en su tarea profesional. Pero todo ello, mientras, además, trabaja, produce y genera más beneficios que sus equivalentes hombres. Le exigen mucho más que a ellos.

 

El proceso, en el que básicamente se inoculan valores, en la parte más profunda de la estructura de personalidad de la niña, se acelerará durante la pubertad, según la Psicología. Porque, en ese momento, se produce el afianzamiento de la subjetividad femenina, qué es y qué no es propio de una mujer. Todo lo que haga esa niña, a partir de entonces, lo hará en oposición o ajustándose a determinadas reglas que, juntas, constituirán su norma de comportamiento femenino. Y ese patrón de patrones afectará a todos sus posteriores roles sociales. Entre ellos, por supuesto, su faceta profesional y laboral.

 

Y cuáles son las principales facetas de ese poliedro de cristal que comienza a envolver a la mujer desde la infancia. ¿Qué incluye?

 

a. Responsabilidades domésticas y crianza de hijos e hijas.

El entrenamiento de las mujeres pasa por la intensificación de la afectividad y su definición en femenino: ternura, cariño, odio. Pasiones, en suma, directamente vinculadas con la maternidad. Eso es lo propio de las mujeres. Por el contrario, las niñas aprenden que los hombres encarnan la fría racionalidad, la objetividad. La ausencia de pasión, en definitiva. Y cuando mandan los hombres, esos valores son los que cuentan.

 

b. Nivel de exigencia.

Consecuencia de todo lo anterior es que se considere normal un nivel de exigencia superior para las mujeres que para los hombres. Las mujeres son siempre profesionales bajo sospecha de incapacidad y con una natural predisposición (femenina) hacia el error, pero se admite la medianía como valor suficiente en los hombres. Ellos, al fin y al cabo, compensan por sí mismos con limitarse a ser eso: hombres.

 

c. Estereotipos sociales.

Se ha lanzado el bulo, en pleno siglo XXI, de que a las mujeres les asustan las responsabilidades, rehúsan tomar decisiones en situaciones difíciles y no saben mandar o simplemente dirigir. Sí, se ha lanzado ese bulo.

 

d. La propia percepción de ella misma.

La percepción que las mujeres tienen de sí mismas resulta el elemento más limitador para sus posibilidades profesionales y laborales, especialmente en el caso de los cargos de responsabilidad. Una mujer que se ajuste a los apartados anteriores tendrá muchas dificultades en un cargo de dirección, rodeada de hombres. También hay algunas mujeres que admiten que su carrera profesional es secundaria, frente a su faceta maternal o matrimonial. Han asimilado, con esos valores, su propio sistema de autodestrucción.

 

 

 

Los datos

No creemos que sea del todo cierta esa acusación (muy reciente, por cierto) de que las mujeres que han llegado a cargos de dirección y alta responsabilidad adolezcan, a pesar de haber llegado, de un proyecto propio de carrera profesional. En nuestra opinión, los datos dicen lo contrario. Así, en el nada lejano curso 2000-2001, las mujeres españolas copaban, en el conjunto de las titulaciones de Humanidades, Ciencias Experimentales, carreras Técnicas, Ciencias Sociales y Jurídicas y Ciencias de la Salud, un 53,41 % del total del alumnado.

 

En el caso de las Ciencias de la Salud, la presencia femenina suponía el 72,06 %; en Ciencias Sociales y Jurídicas, las mujeres ocupaban el 61,38 % de los pupitres; en Humanidades, el 63,56 %, y en Ciencias Experimentales, el 56,25 %. Sólo estaban en total inferioridad (pero en absoluto desaparecidas ), en las carreras técnicas, con un 26,82 % de las matriculaciones. Estos datos no casan con la ausencia de un proyecto profesional.

 

Ante los centros de orientación sociolaboral, hacen cola los hombres que aprendieron una profesión o superaron unos estudios, porque tocaba, por mantenerse unidos con el resto de sus amigos, porque tenían asignaturas fáciles de aprobar o sencillamente porque sí. Ninguno de ellos puede poner sobre la mesa eso que los estudiosos en la materia denominan pomposamente un "proyecto de carrera profesional" y que se plantea como una carencia para las mujeres, pero que nunca se había ni siquiera imaginado como una etérea necesidad entre los hombres.

 

Según datos de 2003, un 12 % de las ejecutivas norteamericanas rechazaba tener hijos, pero sólo un 1 % de los ejecutivos varones estaba dispuesto a ello. Significativo. Como es igualmente significativo que aquellas mujeres que dejaron temporalmente de lado el matrimonio o la formación de una familia, para continuar con su actividad de alta dirección, fuesen un 32 % más que los hombres. ¡Si eso no es un proyecto de carrera profesional!

 



 

 

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