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JEFAS

Campaña informativa sobre mujeres en cargos de responsabilidad


 

 

5. Del autoempleo a creadoras de empleo

 

Una Orientadora Laboral en condiciones de acceder a un puesto de responsabilidad tiene que hacer frente al habitual "techo de cristal", esa barrera invisible que pone un tope a tus aspiraciones, si eres mujer. Pero no de un cristal normal, sino de cristal blindado. Porque cuando consigue llegar, trabaja sola y encerrada entre cuatro paredes también de cristal, porque el resto de sus compañeros son hombres. Una orientadora laboral en un puesto de responsabilidad hace su trabajo, en una especie de juego de rol, en el que no hay papeles femeninos, sólo formas de trabajo masculinas. Pero ella tampoco puede jugar como un hombre. Salir de la encerrona significa sustituir el concepto de "Jefe" por el de "Persona Responsable". Y tampoco es fácil. Para ello, la propia organización tendría que trabajar con responsabilidad. Y así, una caja dentro de la otra y ésta dentro de la otra y ésa dentro de la otra.

 

En Occidente, hablamos de "otra cosa".

Muchas mujeres de todo el mundo intentan salir de la mugre en la que se mueve el trabajo femenino, convirtiéndose en sus propias empleadoras y en promotoras de empleo.

 

Hace ya algunos años que se viene detectando una creciente tendencia femenina a establecerse como trabajadora independiente. Hay quien dice que se trata de una secuela más de la crisis industrial que se vivió entre finales de los años setenta y durante los ochenta del siglo pasado. Otras voces igualmente expertas aseguran que se trata de una histórica reacción hacia la búsqueda de una mayor independencia y flexibilidad profesional.

 

Pero también es una manera de quitarse de encima la ardua y desalentadora lucha contra los hombres, que acontece en el frente de las altas jerarquías, donde a las mujeres se les doblan las exigencias para todo.

 

Entre 1994 y 2000, el porcentaje del también denominado "autoempleo" se inclinó a favor de las mujeres, en zonas como África Subsahariana, Asia y América Latina. Se trató de un fenómeno fuertemente vinculado a las particulares formas de crecimiento de los países en vías de desarrollo de estas grandes áreas geográficas. En ellos, la importancia de la microempresa es básica y la iniciativa, el interés por la preparación y la búsqueda de medios productivos están siendo protagonizados abrumadoramente por mujeres. Si fueran hombres quienes lideran esta tendencia empresarial, estaríamos hablando de empresarios (y, por lo tanto, de empresas). Diversos experimentos financieros fundamentados en la estrecha vinculación existente entre los conceptos mujer, emprender, innovación y Empresa se han convertido en un cóctel generador de capital , en zonas en vías de desarrollo. El Banco Mundial de las Mujeres (Women's World Banking) es un excelente ejemplo.

 

En América Latina y el Caribe, las mujeres son propietarias de entre un 25 % y un 33 % de todas las microempresas y pequeñas y medianas empresas (pymes). En general, entre 1970 y 1990, el ratio de mujeres promotoras independientes de negocios y creadoras de empleo creció, del 22 % a nada menos que el 48 %, en todos estos países. Las mujeres crean empresas más pequeñas que las otras (las que "se entienden" creadas por hombres), pero que constituyen la clave del progreso en esos países. Son empresas más estables y bastante alejadas de los vaivenes comerciales.

 

Pero uno de los estudios más interesantes sobre el autoempleo femenino lo realizaron, en 2003 , en el Reino Unido , Forson y Ozbilgin. El estudio no sólo es relevante, por la aportación que hace de elementos de juicio válidos para el total de las mujeres en general, sino, desde una perspectiva más próxima, por el esclarecimiento del estado de la cuestión femenina, la discriminación en el empleo o el "techo de cristal", en el mundo más desarrollado.

 

Forson y Ozbilgin abordaron la naturaleza interna y externa de 20 pequeñas nuevas empresas británicas, creadas por mujeres, que utilizaban Internet como plataforma. La mitad de estas mujeres eran solteras, sólo un 35 % de ellas tenía hijos a su cargo, 18 tenían entre 35 y 50 años de edad y 13 habían abandonado altos cargos directivos para crear su propia vía de desarrollo profesional.

 

Las principales razones para poner en marcha un negocio propio fueron las siguientes:

 

•  Mayor independencia, mayor capacidad de intervención directa en el mercado y mayor control de su propia vida.

•  Más facilidades, para conciliar su vida personal y su faceta profesional-laboral.

•  Despreocuparse de limitaciones tradicionalmente "femeninas", como el denominado "techo de cristal".

•  En algunos casos, superar experiencias profesionales negativas anteriores que no hubieran tenido que padecer, de no haber sido mujeres.

•  Pero ninguna de ellas señaló la búsqueda de un mayor beneficio financiero o la mera estabilidad en el empleo.

 

Los datos

En 2001, un estudio norteamericano realizado sobre 425 mujeres había alcanzado resultados equiparables al trabajo de Forson y Ozbilgin, con la particularidad de que las 425 mujeres de la muestra habían pasado previamente por el trabajo por cuenta ajena, al menos durante cinco años de su vida laboral. Sin embargo, su entrada en el mundo del autoempleo o a formar parte de alguna pequeña empresa ya creada (aunque también por mujeres), nunca estuvo marcadamente motivada por decepciones laborales anteriores. Los motivos determinantes fueron:

  • el deseo de planificar su propia evolución profesional,
  • la posibilidad de asumir mayores riesgos,
  • disponer de mejores retribuciones,
  • gozar de más peso específico en la toma de decisiones estratégicas comerciales y más flexibilidad en su vida personal.

 

En Dinamarca, se han podido detectar similares tendencias, según diversas investigaciones sociales publicadas en 2000.

 

Estudios de Naciones Unidas sobre Europa Oriental y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) -antigua Unión Soviética- coinciden en que el fenómeno de las mujeres emprendedoras no está ni directa ni obligatoriamente vinculado al índice de paro de los países en cuestión, aun cuando éstos padezcan muy elevados índices de desempleo, como en los casos de Ucrania, Polonia o Lituania. Y este dato deja de ser circunstancial, para ser estructural, ya que, antes del siglo XXI, el paro sí había sido un factor determinante para el recurso al autoempleo en las mujeres.



 

 

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