SOY TAN BUENO COMO UNA ORIENTADORA
4. ¡Ya os vale, yo no tengo la culpa!
Si eres hombre y te dedicas a orientar a otras personas, en su búsqueda de empleo, eres una víctima. Porque estás en minoría. ¡Al menos, en la base de la pirámide, sí estás en minoría! Puede que quien toma las decisiones, ese personaje con quien te peleas, cuando hablas del sueldo, sea, como tú, un hombre... Pero es sólo un espejismo. ¡Tío, estás rodeado de mujeres! Esta profesión es así de injusta: si aplicamos la estadística, lo más probable es que “los mejores orientadores” sean realmente “las mejores orientadoras”. ¿Qué te parece? Es sólo cuestión de números. Pero estamos contigo. Esta campaña reivindica tu derecho a trabajar tan bien como ellas. Es un derecho que tienes, claro que sí. Pese a que las estadísticas se te pongan en contra, puedes llegar a ser tan bueno como una orientadora. O por qué no, quizá incluso ya lo seas. Y estás ahí, arrinconado entre bolsos. Queremos que, en un mundo profesional femenino, tu trabajo sea también conocido... y reconocido. Te queremos dar las claves para que trabajes de igual a igual con tus compañeras. Y no olvides que en esta campaña, participas tú: ya sea con tu silencio o activando una respuesta. Contabilizaremos tu actitud, porque eso es imprescindible, para las minorías. Porque, qué diablos..., también nosotros podemos ser tan buenos orientadores como ellas. |
Seguís diciendo mentiras. Una detrás de otra. Y no sé quién sale ganando con esta fórmula de buscar siempre a los culpables entre los hombres más cercanos. Ahora, va a resultar que la culpa de que las orientadoras laborales, ni estén reconocidas profesionalmente, ni puedan trabajar en condiciones de igualdad no la tiene la gente que dirige las empresas y las entidades. ¡No, qué va! ¡La culpa es mía, claro! Como si los hombres que trabajamos aquí no fuésemos, sobre todo, compañeros de las mujeres que trabajan aquí. Lo que pasa es que es fácil dividirnos en clases sociales distintas y provocar que nos enfrentemos. Ya os vale.
Es verdad. Y puede que incluso te quedes corto.
Ellas son las verdaderas culpables, las que tienen más contradicciones. Ellas son quienes, para nada, hacen piña.
Ellas son las verdaderas culpables, las que se quedan sin reivindicar su derecho a compatibilizar su familia con su trabajo.
Ellas son las verdaderas culpables, porque no defienden lo suyo, sus derechos, que para eso se los reconoce el gobierno.
Ellas son las verdaderas culpables, porque si estás en el mismo puesto de trabajo que yo y cobras menos, ¡joder, no puedes dejar que te pisoteen!
Ellas son las verdaderas culpables. Si son mayoría, que se junten. ¡A ver, no las iba a parar nadie!
¡Lo mismo le digo a mi mujer!
Y ahora, piensa qué ocurriría en tu empresa, si a esa mayoría aparentemente inactiva se le uniera la minoría masculina con tan sobrada y probada capacidad de autodefensa. Y fuera cosa de todos.
Eres una minoría sin capacidad de decisión, eso es verdad. Pero no puedes eludir los problemas laborales. Afectan, de un modo u otro, a todas las personas que trabajáis en la misma empresa.
No puedes argumentar que si una parte del barco se hunde, la otra va a quedar a flote. No puedes eludir un cambio social, porque afecta a hombres y mujeres. Incluso el trabajo de tu mujer, que trabaja en otra empresa y no es orientadora, afecta a tu vida laboral.
Si no estás con ellas, estarás contra ellas.
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